La Unión Europea se enfrenta a una crisis de identidad sin precedentes, tras la decisión de Reino Unido de abandonar el mercado único y con la proliferación de corrientes antieropeístas en gran parte de sus estados miembros. La continuidad del proceso de integración y sus límites son los aspectos fundamentales que la Comisión Europea analizó […]
Dirigentes Digital
| 06 mar 2017
La Unión Europea se enfrenta a una crisis de identidad sin precedentes, tras la decisión de Reino Unido de abandonar el mercado único y con la proliferación de corrientes antieropeístas en gran parte de sus estados miembros. La continuidad del proceso de integración y sus límites son los aspectos fundamentales que la Comisión Europea analizó en su último informe, el “Libro Blanco” sobre el futuro de la UE, presentado la pasada semana por el presidente Jean-Claude Juncker. El documento reflexiona sobre los principales retos a abordar por los países integrantes y plantea cinco escenarios de actuación de cara al futuro de la Unión en 2025. “Muy a menudo, el debate en torno al futuro de la Unión se ha limitado a dos opciones: ‘más o menos Europa’, una aproximación errónea y simplista”, recoge el texto. La CE diferencia entre los retos coyunturales y aquellos de naturaleza estructural en relación a la próxima década. La economía comunitaria se encuentra todavía inmersa en pleno proceso de recuperación tras la crisis financiera de 2008, a lo que se unen los recientes ataques terroristas y la crisis de los refugiados vivida durante 2016. Sin embargo, las estimaciones a largo plazo confirman la pérdida de peso de la UE en el mercado mundial: para 2060, tan sólo concentrará un 5% de la población global (frente al 25% en la década de los 90), y ningún estado miembro tendrá más de un 1% del total. Su peso económico también se verá afectado, hasta apenas alcanzar el 20% en 2030, frente al 26% de 2014 y el 22% actual, debido al avance de los países emergentes. En el mismo sentido, el poder del euro como divisa internacional cederá importancia frente al yuan chino, pasando del 33% en 2015 al 30% del mercado en 2017. El organismo supranacional reconoce además que la recuperación no está siendo homogénea en todo el mercado comunitario. Las altas tasas de desempleo y los altos niveles de deuda pública y privada siguen siendo obstáculos para el desarrollo en algunas regiones. En concreto, las altas tasas de paro juvenil son una de las preocupaciones centrales de cara al futuro de la Unión. “Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial en la que existe el riesgo real de que las generaciones de jóvenes experimenten niveles de bienestar inferiores a los de sus padres. Europa no puede permitirse perder a la generación mejor educada de su historia y condenarlos a un futuro de desigualdad”, concluye el documento. Pero sin duda el mayor reto para el futuro de la UE-27 es el demográfico: se prevé que en 2030 tenga la media de edad más alta del mundo (45 años), por delante de EEUU (40 años), Asia (35 años) e incluso Latinoamérica (34 años). La desafección de los europeos de la clase política y de las instituciones es otro de los factores que ponen en peligro el proceso de integración. A pesar de que el apoyo al euro (70%) y a los principios de la Unión (81%) son mayoritarios, tan sólo un tercio de los ciudadanos afirman tener confianza plena en la UE, frente al casi 50% que reconocía tenerla hace una década. “Culpar a Bruselas de todos los problemas, la falta de liderazgo en las decisiones conjuntas y el hábito de señalarnos los unos a los otros están dañando a la Unión. Esto crea además un vacío que está siendo aprovechado por los populismos y las retóricas nacionalistas”. Como punto de partida, la Comisión plantea la necesidad de debatir qué quiere ser Europa de cara a los próximos años, para después discutir el cómo lograr esos objetivos. El “Libro Blanco” presenta cinco posibles escenarios que abarcan desde la integración absoluta (monetaria, económica, fiscal y política), hasta selección de algunas materias para el avance, la oportunidad de que los países decidan su nivel de compromiso o la reducción de la integración al mercado único, lo que supondría dejar a un lado el proyecto de cohesión política.