Fernando Luque explica que en Morningstar siempre han sostenido la idea de que los inversores pueden construir sus carteras bien exclusivamente con fondos de gestión pasiva o ETFs (también llamados fondos cotizados), bien únicamente con fondos de gestión activa, o con una combinación de estas dos fórmulas. El que el inversor elija finalmente una opción […]
Dirigentes Digital
| 23 sep 2015
Fernando Luque explica que en Morningstar siempre han sostenido la idea de que los inversores pueden construir sus carteras bien exclusivamente con fondos de gestión pasiva o ETFs (también llamados fondos cotizados), bien únicamente con fondos de gestión activa, o con una combinación de estas dos fórmulas. El que el inversor elija finalmente una opción u otra dependerá en gran medida de sus características personales: entre otros factores podríamos citar el tipo de vehículo financiero con el que uno se siente más cómodo o el nivel de seguimiento que uno quiere realizar de sus inversiones.
Pero hay otras cuestiones que pueden tener su influencia a la hora de construir un tipo de cartera u otra. Entre estas el aspecto fiscal es, sin duda, una de las que mayor influencia tiene. Hay que recordar, en efecto, que los fondos siguen disfrutando de la exención fiscal en el caso de traspasos de participaciones de un producto a otro, mientras que los ETFs no cuentan con esta ventaja de cara a Hacienda (aunque, al final, si uno vende participaciones, en ese momento, sí que habrá que rendir cuentas con el fisco).
Hay una segunda cuestión, también muy personal, que tiene que ver con las expectativas de rentabilidad que uno tiene establecidas. Si uno se conforma con obtener la rentabilidad del mercado, entonces los ETFs o los fondos de gestión pasiva sirven, aunque la gama de gestión pasiva no es tan extensa como la de los fondos cotizados.
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