Al primer ministro italiano, Matteo Renzi, le ha estallado la bomba financiera en las manos. Al final al Ejecutivo no le ha quedado más remedio que reconocer que los bancos del país tienen un problema y gordo. Se estima según la agencia Fitch, que el crédito dudoso asciende a 200.000 millones que podrían suponer la quiebra del sistema italiano.
El Gobierno de Renzi se ha pasado semanas estableciendo una cortina humo con enfrentamientos agrios con la Comisión Europea sobre los objetivos de déficit y con el propio BCE, mientras los bancos italianos se desangraban en bolsa con el crecimiento de las dudas sobre la solvencia de las entidades. Pero a Renzi no le ha quedado más remedio que reconocer que están trabajando en la creación de un banco malo que reciba los activos tóxicos del sector.
Está prevista una reunión del ministro de Economía de Italia, Pier Carlo Padoan, y la comisaria europea de Competencia, Margrethe Vestager, para presentarle la propuesta. En principio, como en el caso de España o Irlanda se busca que el fondo esté financiado en su mayor parte por el propio sector e inversores extranjeros y una menor parte con aportación pública.
Pese a la situación que se ha estado gestando durante años con un exceso de concesión de riesgo y escasa valoración del riesgo, desde Roma se empeñan en tirar balones fueras y culpar al BCE de la situación. Según Padoan, la reciente desconfianza se debe a la mala comunicación de Frankfurt que no desmintió con prontitud los rumores de que el supervisor estaba pidiendo información a los bancos del país como un mero ejercicio de rutina. "El BCE tendría que haber comunicado mucho antes y de una manera mucho más directa que el cuestionario formaba parte de un ejercicio rutinario y que no era señal de un temor particular sobre los bancos italianos", ha declarado antes de la reunión clave en Bruselas.