El consumo colaborativo supone la interacción entre dos sujetos que satisface una necesidad a una o más personas. En este intercambio intervienen cada vez con mayor frecuencia los medios digitalizados tales como las apps o las plataformas de servicio online. Si damos otro paso atrás, veremos que el enlace entre personas o entre empresas y […]
Dirigentes Digital
| 18 feb 2018
El consumo colaborativo supone la interacción entre dos sujetos que satisface una necesidad a una o más personas. En este intercambio intervienen cada vez con mayor frecuencia los medios digitalizados tales como las apps o las plataformas de servicio online. Si damos otro paso atrás, veremos que el enlace entre personas o entre empresas y clientes son, a su vez, otras empresas que emplean recursos para hacer que el intercambio pueda prosperar. Aquí es donde entran los conductores de Uber, o los recaderos de Glovo, incluso las compradoras de Deliberry. Se trata de personas empleadas de forma temporal para un trayecto, una compra o una entrega por la que obtienen un ingreso rápido. Sobre el papel, el modelo de economía gig son todo ventajas. Los consumidores pagan menos, las empresas tan solo se preocupan por ingresar el porcentaje de facturación de cada servicio y los trabajadores, en su mayoría autónomos, fijan sus reglas de vacaciones, horarios y salario. Sin embargo, la contrapartida es el aumento de la temporalidad. La muerte del contrato indefinido En España tres de cada diez contratos son temporales según la última encuesta de población activa; una cifra que se queda corta atendiendo al último informe del Banco de España, que afirma que más de la mitad de los empleos creados desde 2013 son temporales. Ya en junio de 2016 el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, afirmaba que debíamos asumir que el contrato indefinido forma parte de la historia. La nueva etapa abierta tras “enterrar” los contratos indefinidos se caracteriza por un aumento de la temporalidad, ya que a la tasa del 27,38% se le suma un alto porcentaje de los 3,2 millones de afiliados al RETA conocidos como trabajadores autónomos económicamente dependientes (TRADE) que facturan más del 75% a un solo cliente y, en muchos casos, hacen un trabajo estructural dentro de la empresa sin capacidad para establecer las tarifas y sin obtener cobertura de ningún tipo. Puedes leer el reportaje completo en el número de febrero de la revista Dirigentes aquí