Hace dos años el escándalo del espionaje de Estados Unidos a líderes europeos a través de la famosa NSA, Agencia Nacional de Seguridad, a punto estuvo de romper las relaciones diplomáticas entre Washington y Berlín. El mismo teléfono de Angela Merkel estaba pinchado para registrar las conversaciones. Pocos podían pensar que la trama iba a colocar a la canciller de víctima a casi verdugo.
Los medios alemanes han ido desvelando a cuenta gotas que los servicios secretos alemanes colaboran (BND) con la NSA. Al principio pasando información concreta de empresarios y políticos germanos. Pero las investigaciones apuntan que iban más allá hasta el punto de ceder sus instalaciones y colaborar en el espionaje de líderes europeos y de la Comisión Europea.
El escándalo ha pasado al terreno político y diplomático. De la comisión de investigación puesta en marcha por el Bundestag se pone de relieve que el ministro del Interior, Thomas de Maizière, mintió descaradamente en sede parlamentaria. Uno de los de confianza de Merkel se está enfrentando a acusaciones muy serias, como traición al país. Su partido ha cerrado filas pero sus socios de Gobierno Los socialdemócratas del SPD ha exigido públicamente a Merkel que ofrezca explicaciones.
El caso traspasa las fronteras de Alemania y pone en juego las relaciones con Francia al espiar las comunicaciones de funcionarios de alto rango de Francia de la Comisión Europea. Y también con Austria, las últimas informaciones también desvelan que el BND informaba de los movimientos de líderes del país vecino.
Tanto
Airbus, una de las
empresas espiadas, como Austria han denunciado ante los tribunales el espionaje al que se les han sometido. Con la investigación todavía abierta en el
Bundestag, a
Merkel no le ha quedado más remedio, hasta ahora se mantenía al margen de la polémica, de ofrecerse para comparecer en el Parlamento alemán. La canciller está dispuesta a que su Gobierno entregue toda la documentación necesaria desde 2002 para esclarecer el asunto, pero solo los que no estén calificados como "alto secreto".
La dirigente alemana ha pasado de tomar una posición beligerante contra las actividades de la NSA con su frase de "esta feo espiar a los amigos" a mostrarse prudente y de defender que "necesitamos el tipo de trabajo que realizan los servicios de inteligencia".