La primera ministra británica, Theresa May, ha sido tajante a la vuelta de sus vacaciones: no habrá un segundo referéndum o cualquier intento de permanecer o volver a la Unión Europea por la puerta de atrás. May, tras la reunión con su gabinete, volvió afirmar "que Brexit significa Brexit" para indicar que no hay vuelta atrás. Pero detrás de sus declaraciones está el intento de sofocar las primeras tensiones dentro de su Gobierno, que puede terminar en crisis.
El ministro de Economía, Philip Hammond, euroescéptico, ha planteado una serie de medidas para amortiguar el impacto del Brexit y una hoja de ruta de salida que permita al Reino Unido tener acceso al mercado único y concesiones para proteger la City.
La estrategia choca con los abanderados de un Brexit duro, Boris Johnson, David Davis y Liam Fox, los ministros de Exteriores, del Brexit y de Comercio, respectivamente, partidarios de una ruptura total. A este enfrentamiento hay que sumarle el que mantiene Johnson con Davis. El ex alcalde de Londres ha virado sus planteamientos políticos para sobrevivir dentro del Gobierno de May, una vez que asumió una cartera marginada por la preponderancia de Davis en la política exterior. Últimamente se ha mostrado más favorable por una postura intermedia, que pueda tener protagonismo propio entre las dos facciones del Gobierno británico.
Los dos bloques están enfrentados por el calendario a seguir y reclaman a May que invoque el artículo 50 del Tratado de Lisboa en enero del 2017, por parte de la facción más radical, mientras que los defensores del Brexit ‘blando’ son partidarios de demorar la decisión de activar la salida de la UE en la segunda mitad del próximo año, para consumar el proceso a finales de 2019.