Las últimas publicaciones y las más recientes exposiciones han logrado liberar a Munch de muchos de los estereotipos a los que se ha visto sometido, para mostrarle no solo como símbolo universal de la angustia y la alienación del hombre moderno sino, sobre todo, como un creador esencial en la formulación de la sensibilidad artística […]
Dirigentes Digital
| 15 sep 2015
Las últimas publicaciones y las más recientes exposiciones han logrado liberar a Munch de muchos de los estereotipos a los que se ha visto sometido, para mostrarle no solo como símbolo universal de la angustia y la alienación del hombre moderno sino, sobre todo, como un creador esencial en la formulación de la sensibilidad artística contemporánea. Comisariada por Paloma Alarcó y Jon-Ove Steinaug, Edvard Munch.
Arquetipos se propone seguir esa senda, centrando la atención en los aspectos más desconocidos de su fuerza creadora y en su capacidad de sintetizar las obsesiones del hombre contemporáneo.
Si bien Munch nunca abandonó la figuración, sí rompió con el mundo visible y exploró la dimensión espiritual oculta de la realidad para, a través de un innovador lenguaje plástico que evolucionó desde el simbolismo al expresionismo, inmortalizar plásticamente los temas más universales sobre la vida, el amor y la muerte.
Muy vinculado durante toda su vida a los ambientes literarios y artísticos de su época, Edvard Munch contribuyó con su obra al avance de la modernidad que se produjo en todos los ámbitos de la cultura europea a finales del siglo XIX, junto a figuras destacadas como el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, el escritor sueco August Strindberg o el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
El arte de Munch surge de una peculiar mezcla de tradiciones artísticas, corrientes literarias progresistas y especulaciones esotéricas, sin olvidar los mitos de las tierras del norte, para crear toda una mitología de los tiempos modernos y con una firme actitud de experimentación, "a contrapelo del estilo moderno", como solía decir.
Obsesiones existenciales como el amor, el deseo, la ansiedad, los celos, la enfermedad o la muerte, y estados de ánimo como melancolía, soledad o sumisión, se muestran en su obra a través de la actitud corporal de los personajes, paralizados en una especie de tensión estática en el momento preciso en que su gesto expresa el sentimiento que deben representar, y determinan también la escenografía y el tratamiento espacial de la composición.
Las formas planas y sinuosas, el color simbólico, la deformación expresiva del cuerpo, o la utilización de texturas y técnicas experimentales del grabado, fueron igualmente elementos básicos de su vocabulario artístico.
"El arte surge de la compulsión del ser humano de comunicarse"
Con esas imágenes directas, dramáticas e intensas, que atraen y mantienen la atención, el pintor busca interpelar al espectador. Las formas y los medios del lenguaje artístico deben de estar subordinados a su capacidad de comunicar y, de ese anhelo por llegar al mayor número de personas, es de donde surge otro de los aspectos esenciales de su obra: la repetición obsesiva de secuencias temáticas; un perpetuo reciclado de imágenes que reelabora en medios diferentes, llevando al límite las técnicas tradicionales de forma poco ortodoxa, y experimentando con ellas para dar Mujer, 1925. Munch-museet, Oslo lugar a nuevos significados. La repetición es, de hecho, uno de los elementos fundamentales del concepto de arquetipo.
Una larga y prolífica carrera
La exposición reúne un total de ochenta obras, muchas de ellas nunca antes expuestas en España, que abarcan toda la larga y prolífica carrera del artista noruego.
La mitad de los préstamos proceden del Museo Munch de Oslo y el resto pertenecen a otras prestigiosas instituciones de todo el mundo, como la Kunsthaus de Zúrich, el Kunstmuseum de Basilea, la Tate de Londres, el MoMA de Nueva York o la National Gallery de Washington, y a algunas colecciones internacionales, incluyendo la del Museo Thyssen-Bornemisza, el único en España con obras de Munch, tanto en la colección permanente como en el depósito de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
La distribución en salas se articula en torno a ese amplio catálogo de arquetipos emocionales (melancolía, amor, muerte…) y a los distintos escenarios en los que están representados (la costa, la habitación de la enferma, el abismo, el bosque, la noche, el estudio del artista), combinando en todo el recorrido obras tempranas con versiones tardías, obra gráfica y pinturas, para subrayar así la circularidad temática y existencial de su obra.