Los tipos de interés bajos han causado diferentes problemas como la pérdida real de poder adquisitivo y con ello una influencia en el comportamiento de los inversores que ya no apuestan por invertir en renta fija sino en otros activos de más riesgo. Desde Fidelity realizan el siguiente análisis: La teoría económica advierte de que unos […]
Dirigentes Digital
| 11 jul 2017
Los tipos de interés bajos han causado diferentes problemas como la pérdida real de poder adquisitivo y con ello una influencia en el comportamiento de los inversores que ya no apuestan por invertir en renta fija sino en otros activos de más riesgo. Desde Fidelity realizan el siguiente análisis: La teoría económica advierte de que unos tipos de interés demasiado bajos pueden provocar inflación a largo plazo, y si apenas se aprecian señales de exceso de inflación, ¿por qué habría que subir los tipos? La razón es que los tipos de interés bajos tienen otras consecuencias. Una de ellas, involuntaria y que he observado durante los últimos años, es que un periodo prolongado de tipos de interés muy bajos parece influir en el comportamiento de los inversores. Si la rentabilidad del ahorro es baja, entonces generalmente optamos por gastar. De hecho, podríamos incluso optar por endeudarnos en lugar de gastar, al igual que las empresas (para aumentar su producción), lo que mejora el crecimiento económico a corto plazo. La idea que llevó a los bancos a adoptar las medidas de emergencia en 2008 fue, por supuesto, conseguir que el dinero depositado en el banco no creciera al mismo ritmo que la inflación, para así animarnos a gastar ya. Esta decisión de gastar o ahorrar, y he aquí el quid de la cuestión, crea un vínculo entre la tasa de inflación y el tipo de interés. El tipo de interés real (el tipo de interés menos la tasa de inflación) debe ser positivo para preservar el poder adquisitivo futuro. Cada día que pasa en territorio negativo, se reduce la cantidad de bienes que nuestro dinero puede comprar, lo que se puede sobrellevar durante periodos cortos, pero no durante periodos largos. Llevamos ya casi diez años de tipos de interés reales negativos en las naciones occidentales y el efecto acumulado ha supuesto un perjuicio real para el poder adquisitivo. David Buckle, responsable del área de Diseño de Soluciones de Inversión de Fidelity International, muestra diferentes ejemplos:
Estamos, pues, ante una situación extrema. Los modelos económicos convencionales prevén que el tipo de interés se acerque a la tasa nominal de crecimiento económico a largo plazo. El crecimiento económico puede descomponerse en una tasa de inflación y una tasa real de crecimiento económico, que se cifra en torno al 2-2,5%. Eso significa que el tipo de interés real debería rondar normalmente el 2%. Eso está muy por encima de las tasas de interés reales cada vez más negativas de la actualidad.
Nunca antes habían estado tan bajos los tipos reales a corto plazo, tanto como un 4% o un 5% por debajo de los niveles típicos. Y nunca antes la permanencia en niveles negativos se había acercado ni de lejos a los casi 9 años —y subiendo— del ciclo actual. David Buckle, responsable del área de Diseño de Soluciones de Inversión de Fidelity International, argumenta que la liquidez puede considerarse la clase de activo más cara, ya que los tipos de interés reales negativos siguen destruyendo su poder adquisitivo. Por lo tanto, los responsables de asignación de activos deberían resistir la tentación de invertir en liquidez a medio plazo. La búsqueda de rendimientos de los inversores Posiblemente, si la decisión fuera gastar o meter el dinero en el banco, las personas gastarían cuando los tipos de interés reales son tan bajos, pero lo cierto es que existen muchos activos para invertir. Dado que todos suponen más riesgo que una imposición a plazo fijo, y los inversores demandan recompensas por asumir riesgos, se espera que las rentabilidades de esos activos sean superiores al tipo de interés. Por lo tanto, como la gente trata de mantener su poder adquisitivo, en lugar de ahorrar menos están invirtiendo con más riesgo, en lo que se ha dado en llamar “la búsqueda de rendimientos”. Comprar activos de mayor riesgo trae consigo más volatilidad y pérdidas potenciales, lo que puede mermar aún más la capacidad de los inversores para alcanzar sus objetivos a largo plazo. Difícilmente este entorno puede contribuir a aumentar el gasto. La consecuencia involuntaria de este periodo de tipos de interés reales negativos es que ha cambiado el comportamiento de los inversores en lugar de estimular el consumo. El espectro de rentabilidades y riesgos previstos de la inversión se representa generalmente con una frontera eficiente, que es una curva en un gráfico con el riesgo de inversión en el eje horizontal y la rentabilidad en el eje vertical. Esta frontera eficiente representa las carteras de inversión de la máxima rentabilidad esperada para un nivel de riesgo dado. Dado que todos preferimos más rentabilidad a menos rentabilidad, y menos riesgo a más riesgo, la frontera describe una pendiente ascendente en el que el extremo de la izquierda se sitúa en el punto de riesgo cero, lo que equivale a una rentabilidad igual al tipo de interés. A modo de analogía, podemos ver la tasa de inflación como una línea de agua, una línea que discurre horizontalmente por el gráfico, y la frontera eficiente como el perfil de un barco en el mar. Ya hemos señalado que el tipo de interés real a corto plazo generalmente ronda el 2%, por lo que todo el barco debería flotar cómodamente por encima de la línea de agua. Sin embargo, con un tipo de interés real a corto plazo del -2%, nuestro barco está hundiéndose. A ese nivel, un tercio de la frontera eficiente se encuentra sumergida y la única parte que queda por encima del agua es la porción de riesgo. El refugio de la imposición a plazo ya no está disponible para el inversor que desea, por lo menos, mantener su nivel de vida. Todos los que se encontraban en los camarotes sumergidos se han movido a popa, subiendo por la curva de riesgos.