Cuando se inició la crisis financiera, los principales bancos centrales del mundo intentaron coordinar sus políticas monetarias. De manera coordinada inyectaron al sistema financiero miles de millones para paliar la sequía de liquidez. Incluso llegaron a pactar bajada de tipos. Pero la salida de la crisis se ha producido a distinta velocidad. La Reserva Federal […]
Dirigentes Digital
| 10 jun 2016
Cuando se inició la crisis financiera, los principales bancos centrales del mundo intentaron coordinar sus políticas monetarias. De manera coordinada inyectaron al sistema financiero miles de millones para paliar la sequía de liquidez. Incluso llegaron a pactar bajada de tipos. Pero la salida de la crisis se ha producido a distinta velocidad. La Reserva Federal (Fed) tomó la iniciativa con una agresiva política monetaria. Fue la primera gran institución dejar los tipos de interés a prácticamente cero y en comprar deuda pública y privada con sus programas de adquisición de activos. La consecuencia ha sido que Estados Unidos ha consolidado la salida de la crisis, con el PIB creciendo al 3% anual y el paro disminuyendo, mientras Europa se debate entre el crecimiento o el estancamiento con alarmantes tasas de desempleo y Japón continúa con un crecimiento débil.
La Fed ha decidido devolver la normalidad a la política monetaria y ha anticipado una subida de tipos gradual, después de la primera a final de año. Pese a las advertencias, la decisión tendrá su impacto en el resto de regiones del mundo. Los países emergentes, especialmente los países de América Latina, que atraviesan su propia crisis tras el descalabro de las materias primas.
La posible subida de tipos pondrá en dificultades a Latinoamérica que aprovecharon el precio barato del dólar para endeudarse. El incremento supondrá que eleve su endeudamiento, aunque por otro lado la previsible revaloración del dólar permitirá a los países exportadores beneficiarse de un encarecimiento de las materias primas. El otro efecto será la depreciación de las divisas nacionales. Los bancos centrales de los países se encontrarán en la encrucijada de seguir a la Fedpara evitar una mayor depreciación de sus divisas para mantener a raya a la inflación o mantenerlos para estimular el crecimiento.
La situación se complica aún más en el sector privado. Si los Estados se endeudaron, las empresas lo hicieron más. La deuda total de las empresas no financieras de la región creció de 170.000 millones de dólares en 2010 a 383.000 millones en 2015, según el FMI, que en su último informe sobre la región advertía las empresas de América Latina se encuentran sobre una cuerda floja, con un incremento del riesgo corporativo, que puede complicar aún más la situación en la mayoría de países.
Uno de los efectos de segunda ronda, será un incremento en la rentabilidad de la renta fija pública y privada en EE.UU, lo que podría provocar una salida de las inversiones en deuda emergente. Situación parecida sufrirá los países asiáticos afectando al crecimiento de países que ya están bajo presión por la desaceleración de China.
Pero la presión también la recibirán los bancos centrales de Japón y zona euro. Inmersos en tipos rozando el cero, las autoridades estarán atentas a la reacción de los precios. A favor jugará que el dólar se mantendrá al alza, favoreciendo las exportaciones de ambas zonas con lo que mejorará la industria. En contra, sobre todo, para Europa crecerá la factura energética, restando competitividad.