No son pocos los estudios académicos que apuntan a que la combinación sistemática de una serie de factores con buenas primas (factor investing), como serían el valor, el tamaño, el momentum o la calidad de un activo de inversión, garantizan unas mejores rentabilidades a largo plazo, tanto en los mercados de renta fija como en […]
Dirigentes Digital
| 03 feb 2017
No son pocos los estudios académicos que apuntan a que la combinación sistemática de una serie de factores con buenas primas (factor investing), como serían el valor, el tamaño, el momentum o la calidad de un activo de inversión, garantizan unas mejores rentabilidades a largo plazo, tanto en los mercados de renta fija como en las Bolsas. De hecho, de su mano han nacido los, cada vez más populares, productos de smart beta o alternative beta. Ahora bien, poner en práctica el uso de estas ‘características’ a la hora de invertir no es tan sencillo, especialmente para los recién llegados al mundo financiero. Seleccionar uno, o varios, el uso de ETFs básico o de sofisticadas soluciones multifactoriales puede supone un auténtico quebradero (sino dolor) de cabeza para muchos. Es más, una recuente encuesta de Ftse Russell llevada a cabo el pasado 2016 apuntaba a que la determinación de qué estrategia o combinación de ellas ocupaba el primer lugar entre las preocupaciones de los inversores al acudir al factor investing. La clave, apuntan desde Robeco, es, ante las múltiples alternativas, “encontrar la combinación correcta de factores”, pues, reconocen, es difícil cuál de ellos lo hará bien en el futuro o se quedará retrasado. Esto, afirman, “apoya la diversificación”. En concreto, el jefe de investigación cuantitativa de la firma, David Blitz, señala que las estrategias de factor investing más eficaces “deben diseñarse para evitar la concentración de riesgo y garantizar que las primas no choquen entre sí”. Al tiempo que tratamos de “limitar la rotación innecesaria”. Con todo, este experto reconoce que “no hay una única solución óptima” y que la elección de factor depende también en buena medida del perfil de cada inversor. Así, la baja volatilidad es atractiva para los conservadores, pero no para los más arriesgados que se preocupan más por maximizar rentabilidades y menos por la protección. Finalmente, apunta, se debe tener en cuenta la exposición a cada uno de ellos dependiendo de la cartera, es decir, si en su portfolio central la inclinación es claramente value, en el de factores debe haber menos presencia de esta ‘característica’. Los factores de 2017: el regreso del value Según datos de BlackRock, el factor value fue el que mejor comportamiento registró entre octubre y diciembre de 2016 (segundo trimestre consecutivo), batiendo al S&P 500 en un 4,14%. Los fondos cotizados basados en éste registraron, de hecho, entradas netas por importe de 1.000 millones de euros, un 55% de las totales en ETF de factor único. En este contexto, el responsable de estas estrategias en la firma, Andrew Ang, explica que las basadas en el value “parecen especialmente atractivas en los próximos meses, dadas las previsiones de reactivación económica y el nivel favorable de las valoraciones, entre otras ventajas”. La gestión del riesgo Por otra parte, Benedikt Henne y Klaus Teloken, directores gerentes y Co-CIOs de AllianzGI Systematic Equity, recuerdan que las operativas basadas en el factor investing no estarán completamente diversificadas y eliminados los peligros macro no deseados sin la gestión prudente de los riesgos. Concretamente, en lo que respecta a la renta variable, el más importante parece ser la correlación con el mercado global, que explica entre el 50% y el 70% de los movimientos de las acciones individuales. Pero también la vulnerabilidad al ciclo económico, que afecta principalmente al value.