Si el plan de desconexión de la primera ministra británica Theresa May se cumple, Londres dejará de ser el hub financiero de Europa en la primavera de 2019, al perder su pasaporte directo para hacer negocios con sus clientes comunitarios. Las posibles consecuencias de la salida se materializan en dos escenarios posibles: una fragmentación del […]
Dirigentes Digital
| 10 feb 2017
Si el plan de desconexión de la primera ministra británica Theresa May se cumple, Londres dejará de ser el hub financiero de Europa en la primavera de 2019, al perder su pasaporte directo para hacer negocios con sus clientes comunitarios. Las posibles consecuencias de la salida se materializan en dos escenarios posibles: una fragmentación del mercado en la lucha por atraer a las empresas migrantes o una nueva integración que impulse la ambición europea de un mercado financiero único. En estos momentos, Reino Unido concentra el 90% del la cuota de servicios bancarios al por mayor de la Unión Europea, muy lejos de Alemania (2%) e Irlanda (2%), sus competidores más directos. Según las previsiones del think tank Bruegel, en su informe “Making the best of Brexit for the UE27 financial system”, el peso relativo de los británicos se reducirá hasta el 60%, y los más beneficiados podrían ser Frankfurt (Alemania) y Paris (Francia), al recibir un 14% y un 8% del negocio, respectivamente. La ciudad alemana es la principal candidata para heredar gran parte de los servicios financieros de la city por ser la segunda receptora por volumen de operaciones de los bancos de inversión estadounidenses (el 92% están concentradas en Reino Unidos y tan sólo un 2% en Alemania) y por albergar la sede del Banco Central Europeo (BCE). En el otro extremo, la capital francesa se postula también al ser la sede de la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) y concentrar una cantidad importante de grandes operadores financieros. Por último, Dublín y Amsterdam podrían recoger también parte del testigo, al albergar el 2% y el 1% de la cuota de mercado. El documento recoge que es muy probable que la relocalización del sector financiero se produzca dentro de la UE, ya que los principales centros a excepción de Londres son países miembros y que el BCE, supervisor y principal fuente de liquidez, fomentará esta transición. El sistema bancario británico aglomera un total de 10,3 billones de euros en activos, de los cuales más del 50% están concentrados en Londres. En torno a un 35% de este negocio está relacionado con clientes de la UE27, aproximadamente 1.800 millones en activos (un 17% del total), que se reparten entre los grandes bancos británicos (35%), entidades extranjeras (35%) y bancos europeos establecidos allí (50%). Para operar con los consumidores europeos, las entidades necesitan un permiso/pasaporte especial bajo la Directiva sobre Mercados de Instrumentos Financieros (MiFID). Tras el “Brexit, aunque los bancos continuaran participando en el mercado financiero londinense en lo relativo a sus propias carteras de riesgo, tendrían que trasladas los valores, divisas y derivados de los clientes comunitarios por este reglamento. Este movimiento resultará en un incremento en el coste del capital para los individuos y empresas, que Bruegel ha estimado en torno a 5 y 10 puntos básicos, lo que supondrían entre 6.000 y 12.000 millones extra (0,05-0,1% del PIB de la UE27). También existe el riesgo de que los estados miembros inicien una carrera desregulatoria para atraer la inversión. La competencia entre países podría incrementar aún más los costes y la presión de las compañías para operar en una sola ciudad, en lugar de aprovechar las ventajas de un mercado financiero único. El think tank aconseja a la UE que aproveche los efectos del “Brexit” para fomentar la integración e impulsar el mercado único, reforzar la ESMA y la unión bancaria y acelerar el desarrollo de los mercados financieros nacionales para garantizar la resistencia ante futuros shoks.