Iberdrola está encontrando más problemas de los previstos con los reguladores estadounidenses para cerrar su gran apuesta por el mercado de Estados Unidos. En febrero, anunció la adquisición de la eléctrica UIL, que opera en Connecticut y Massachusetts con el objetivo de fusionarla con su filial americana. Los planes de la compañía eran cerrar la operación como mucho en el mes de octubre. A la eléctrica vasca le está costando cumplir con las exigencias de las autoridades estadounidenses, sobre todo con los reguladores estatales.
La compañía estadounidense es un holding que engloba a compañías energéticas dedicadas principalmente al negocio regulado de la electricidad y gas en los estados de
Connecticut y
Massachusetts, que aportarán al negocio de Iberdrola en Estados Unidos 700.000 clientes más hasta sumar más tres millones en total. Se trata la mayor operación corporativa de la eléctrica vasca desde que adquirió
Scottish Power en 2007 y encaja en la estrategia de un crecimiento conservador y diversificado en negocios regulados que garanticen la
rentabilidad de la inversión.
Durante estos años los resultados de Iberdrola han estado lastrados por el elevado endeudamiento que supuso la digestión de la eléctrica escocesa, la caída de ingresos provocada por una caída en la demanda en los mercados más maduros y, sobre todo, por los quebraderos de cabeza que le han ocasionado los cambios legislativos del negocio regulado en países europeos, empezando por España.
La eléctrica vasca aprovecha para crecer en el mercado estadounidense, que siempre pone de referencia, con un marco regulatorio fiable y que garantiza ingresos recurrentes, frente a los cambios legislativos que han realizado en los últimos años España y Reino, ocasionando millonarias pérdidas. Y además lo hace absorbiendo un holding pequeño, en relación al tamaño de su filial estadounidense, y que se encontraba relativamente endeudado. La deuda neta de UIL ascendía a cierre de junio a 1.759 millones de dólares, que supone alrededor de cuatro veces su resultado de explotación.
Iberdrola valora la compañía en 2.700 millones de euros, sin incluir deuda, pero apenas supondrá un desembolso para la empresa española de
526 millones. El resto se hará con intercambio de acciones. La filial estadounidense de la compañía española tendrá el 81,5% de la compañía resultante y un 18,5% será de los antiguos
accionistas de UIL.
La operación se ha diseñado para que la filial de Iberdrola absorba UIL, en la que se integrarán los negocios de la vasca en el país y las cuatro energéticas que gestiona el holding estadounidense. La alambicada adquisición permitirá a Iberdrola ejecutar una operación sin apenas impacto negativo en sus cuentas, al no requerir ni aumento de capital ni aumentar la deuda. Pero sí ha despertado algunos recelos entre las autoridades estadounidenses. A la complejidad financiera, se añade que la nueva empresa será fruto de la integración de siete compañías eléctricas que operan en cuatro estados diferentes con sus propias exigencias.
Durante la presentación de la operación, los dirigentes de la empresa esperaban solucionar los problemas burocráticos en cinco u ocho meses, para que los accionistas de UIL aprobarán la venta antes de finalizar 2015. Un extremo que se complica, tras el retraso ocasionado por Autoridad Reguladora de Servicios Públicos de Connecticut (PURA, por sus siglas en inglés) al rechazar la petición de fusión de la filial estadounidense de Iberdrola con UIL.
La compañía había presentado la solicitud el 25 marzo y el 30 junio fue rechazada por las dudas que generaba la estructura corporativa y la capacidad para ofrecer el suministro local de gas y electricidad de la nueva empresa. "El historial de Iberdrola de fusiones y escisiones en la zona se mezcla y no ofrece una imagen consistente de un compromiso fuerte, resistente y dedicado a la distribución local de gas y electricidad", dictaba el comunicado del regulador.
Además, de dudar de la capacidad de que la nueva compañía de Iberdrola pudiera cumplir con el compromiso de ofrecer un servicio "seguro, adecuado y fiable", tampoco había confianza en la capacidad financiera de la entidad resultante para protegerse "de las vicisitudes de las fuerzas globales y de otras divisas y un conocimiento de las previsiones de Connecticut", indicaba PURA, en su resolución.
Fuentes cercanas a Iberdrola afirman que existe un preacuerdo con el regulador local para obtener la autorización, "pero aún no es oficial". Desde la compañía insisten que se está todavía en plazo para cerrar la operación este año.
Sin embargo, con las autoridades federales, Iberdrola no ha tenido problemas para cumplir el calendario previsto. En abril, obtuvo el visto bueno del Departamento Antimonopolio y en junio recibió la aprobación de la Comisión Federal de Comunicaciones, de la Comisión Federal Reguladora de la Energía y del Comité para la Inversión Extranjera en Estados Unidos.
Pero todavía necesita la autorización del Regulador de Massachusetts. Al igual que con el regulador del estado vecino, Iberdrola presentó la solicitud el 25 de marzo. La compañía se reunió a finales de agosto para presentar la documentación. La eléctrica espera respuesta durante este mes, pero no descarta que el proceso no se alargue hasta octubre, según la documentación entregada por la compañía a la que ha tenido acceso este medio.
Fuentes solventes han puntualizado a DIRIGENTES que entre la agenda ‘no oficial’ del viaje del Rey Felipe VI a Estados Unidos estaba una conversación con Obama para que el presidente estadounidense facilitara la actividad de las
empresas españolas en el país norteamericano, entre ellas Iberdrola.
Superado estos trámites, Iberdrola tiene intención de sacar a la nueva compañía a Bolsa. Para ello necesita todavía la aprobación de la SEC, la CNMV del país, y de la propia bolsa de Nueva York. Una vez superados estos escollos, los accionistas de UIL tendrán que aprobar las condiciones de la oferta de la española en junta de accionistas, con lo que Iberdrola podría cerrar 2015 sin cerrar su gran apuesta.