Los gestores e inversores que apuesta por el value investing lo hacen sobre la premisa de que, en múltiples ocasiones, el mercado reacciona de forma exagerada tanto a las buenas como a las malas noticias, dando lugar a movimientos que no se corresponden con los fundamentales de los valores afectados por ellas. Así, generalmente, tratan […]
Dirigentes Digital
| 23 jul 2015
Los gestores e inversores que apuesta por el value investing lo hacen sobre la premisa de que, en múltiples ocasiones, el mercado reacciona de forma exagerada tanto a las buenas como a las malas noticias, dando lugar a movimientos que no se corresponden con los fundamentales de los valores afectados por ellas. Así, generalmente, tratan de sacar partido del desplome injustificado de un activo, para ello suelen seleccionar acciones con un ratio precio/beneficio bajo y/o una alta rentabilidad por dividendo.
Al mismo tiempo, la inversión basada en el momentum parte de la creencia en que las grandes subidas de un valor serán seguidas de ganancias adicionales y viceversa en el caso de las caídas. Básicamente, se trata de seguir el adagio de Wall Street que reza "the trend is your friend", esto es "la tendencia es tu amiga".
Ahora bien, David Blitz, responsable de investigación cuantitativa en renta variable de Robeco, advierte que no debemos centrarnos en estrategias "sólo basadas en un factor", como el valor o el momentum, sino que también hay que tener en cuenta otras cuestiones.
De hecho, tras analizar en profundidad ambas estrategias han encontrado que "diferentes tipos acciones de valor y momentum presentan características muy distintas de rendimiento". Destaca que "un enfoque de valor que incorpora algunas consideraciones de momentum y riesgo tiende a superar uno genérico, al mismo tiempo que uno que, de forma intencionada, va en contra de dichos factores lo hace significativamente peor".
Lo mismo sucede con las estrategias de momentum (si incluyen valor y riesgo se comportan mejor y si van contra ellos peor). Es más, "en las últimas décadas los dos enfoques muestran una importante diferencia de rentabilidad ajustada al riesgo de un asombroso 5%-7% anual".
Sobre la base de estos resultados, concluyen, "es evidente que los inversores no deben comprar (o vender) acciones basándose sólo en un factor particular, y además tener en cuenta que otros agentes pueden tener gran impacto en los retornos". Las estrategias genéricas, explican, tienen a contener una mezcla en el tiempo de valores atractivos por una cuestión y poco sugerentes por otra.