El número de fusiones y adquisiciones (M&A por sus siglas en inglés) llevadas a cabo por compañías japonesas rompió su récord histórico en 2016, hasta alcanzar las 627 operaciones, según los datos publicados por think tank americano CFA Institute. El desembolso global fue equivalente a los 100.000 millones de dólares (94.000 millones de euros), lo […]
Dirigentes Digital
| 10 abr 2017
El número de fusiones y adquisiciones (M&A por sus siglas en inglés) llevadas a cabo por compañías japonesas rompió su récord histórico en 2016, hasta alcanzar las 627 operaciones, según los datos publicados por think tank americano CFA Institute. El desembolso global fue equivalente a los 100.000 millones de dólares (94.000 millones de euros), lo que supone un 30% más que al cierre del año fiscal 2015. Los expertos atribuyen esta subida a los bajos tipos de interés y al descenso de la población local, lo que obliga a los empresarios nipones a buscar nuevas oportunidades de negocio en Europa y Estados Unidos. La mayor de estas operaciones por volumen fue la adquisición por parte de SoftBank Groups del diseñador de chips británico ARM Holding, por un total de 30.100 millones de dólares (28.300 millones de euros). Esta operación supuso la compra más cara hasta el momento registrada por una compañía japonesa y se financió mayoritariamente a través de una emisión de bonos. Pero estos acuerdos no son exclusivos de las grandes empresas. El fabricante de equipamientos Komatsu adquirió a la estadounidense Joy Global, fabricante de equipos de minería, por 2.890 millones de dólares (2.716 millones de euros), mientras que la farmacéutica Nichi-iko trata de convertirse en uno de los diez grandes del sector tras la compra de la estadounidense Sagent por 736 millones de dólares (692 millones de euros). Sin embargo, los expertos han observado que tan sólo el 20% de estas fusiones y adquisiciones tienen éxito tras la operación. El caso más reciente es el de Toshiba, que registró pérdidas masivas por su subsidiaria estadounidense Westinghouse Electric. El problema está en que si las nuevas compañías no funcionan según lo esperado, son las empresas matrices las que asumen las pérdidas, independientemente de sus beneficios en el país de origen.