Este cambio de tendencia tiene su origen en el descenso del precio de los combustibles, el transporte aéreo y los coches de segunda mano, así como productos típicos de las fiestas navideñas. Además, la bajada de la inflación se vio unida a un descenso del precio de los alimentos, que en términos interanuales registraron en noviembre un descenso del 1,7%, mientras que los precios del combustibles para automóviles descendieron un 5,9%.
Si muchos han apodad la caída como "un regalo adelantado de Navidad" para los consumidores, algunos inversores están preocupados por una posible ralentización de la economía británica si mucha gente decide retrasar sus compras a la espera de que los precios bajen aún más.
Pese a esta fuerte caída de la inflación, desde el Banco de Inglaterra no se plantean un riesgo de deflación y creen que no hay necesidad de tomar más medidas para estimular la economía. "Esto parecía tremendamente inverosímil hace sólo seis meses y tengo mis dudas incluso ahora", dijo David Miles, consejero de la citada institución, en un artículo en la prensa británica, explicando que si alimentos y los combustibles son más baratos significará que los hogares británicos podrán controlar mejor sus deudas.
"Pero significa que no hay una gran urgencia por comenzar el proceso de mover la política monetaria a un ambiente más normal", añadió Miles, quien finaliza su mandato en el Banco de Inglaterra en agosto y quien anunció que no votará un alza de las tasas en los próximos meses.
Ante los constantes rumores de deflación en Internet, desde el periódico económico Financial Times, el columnista Chris Giles apunta a que estamos ante un reverso del cliché y que definitivamente "se puede decir que este es un momento para la complacencia". Además, para Giles, la preocupación por la caída de la inflación está fuera de lugar, ya que la demanda interna es fuerte, con un producto interno bruto nominal en el tercer trimestre un 5,1% más alto que un año antes y el PIB real de hasta 3%.