"Ya no hay excusas", "hemos dicho demasiadas veces nunca más", "es el peor desastre en la historia reciente del Mediterráneo", " se está desarrollando una tragedia, y si la Unión Europea y el mundo sigue cerrando sus ojos, serán juzgados en los términos más duros posibles, como cuando fueron juzgados en el pasado cuando ignoraron genocidios", "Europa no puede mirar para otro lado"… todas estas declaraciones son de líderes europeos durante los días sucesivos a la tragedia en el Mediterráneo donde se ahogaron cerca de 1.000 personas. Italia consiguió convocar una Cumbre Europea de urgencia en la cual, haciendo caso a las intenciones de los países, se iban a tomar decisiones en política migratoria transcendentes. Al final quedó la foto, un minuto de silencio por las víctimas y dinero que gastaron los Estados para mantener las mismas prácticas que está permitiendo que la mayor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial, calificada así por el Alto Comisionado de Naciones Unidos para ayuda al refugiado, termine en tragedia en el Mediterráneo.
Solo hay que tirar de hemeroteca y remontarse a dos años atrás, cuando en octubre de 2013 murieron 368 personas en las costas de Lampedusa, para comprobar que las intenciones eran las mismas y las declaraciones de los políticos eran casi idénticas. De aquella tragedia, al menos se esperaba que la Unión Europea aprendiera de ella y tomara decisiones para que no se volviera a repetir. Al año siguiente el Mediterráneo fue testigo de 3.500 muertes más y en apenas cinco meses los fallecidos alcanzan la cifra 1.700 personas. De aquella masacre, ni si quiera hubo reuniones urgentes, se trataron en los siguientes cumbres ordinarias, con un resultado todavía peor a esta última. Italia por su cuenta y riesgo puso en marcha un plan de rescate y salvamento para recoger y auxiliar a los inmigrantes que intentaban cruzar el mar. La operación Mare Nostrum como se la bautizó, consiguió que el resto de países la apoyara económicamente, pero el pasado mes de noviembre se canceló por ser excesivamente cara. Italia sola no podía soportar el coste de 300.000 euros diarios.
Reino Unido, que ha sido uno de los principales interesados en apoyar una intervención militar en aguas Libias, se retiró porque entendía que las ayudas a los inmigrantes en alta mar tenía un efecto llamada. Italia se sentía sola como ahora y reclamaba ayuda de sus socios para acoger a los refugiados e inmigrantes que llegaban a su costa. Y el Ejecutivo comunitario buscaba entre bambalinas un acuerdo y una posición común. Lo máximo que sacó fue vender que la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex) iba a sustituir a la marina italiana en sus labores de rescate.
La realidad es que la Operación Tritón solo se ha limitado a proteger las fronteras, lo que en la práctica suponía que las embarcaciones tenían un menor alcance en el Mediterráneo y no estaban preparadas para salvamentos en alta mar.
De la última Cumbre solo ha salido que se va a triplicar la financiación de la Tritón sin modificar su mandato. Algo que se antoja insuficiente ni si quiera para controlar los flujos procedentes de Libia. Encima de la mesa, la Comisión Europea ha repetido los objetivos que viene proclamando los últimos años establecer cupos de readmisión de refugiados y aumentar la cooperación con los países de origen y de tránsito. Pero no ha conseguido sacar un compromiso firme de los Estados miembros pese a las palabras grandilocuentes de sus líderes.