Los hermanos Van Dulken Calleja (de donde viene lo de Van-du-ca) son cuatro entusiastas del buen comer que un buen día decidieron poner en práctica su pasión aunando la memoria sensitiva de esas reuniones familiares en torno a la mesa y todo lo que a ellos les gusta o les gustaría encontrar en un restaurante. […]
Dirigentes Digital
| 24 feb 2016
Los hermanos Van Dulken Calleja (de donde viene lo de Van-du-ca) son cuatro entusiastas del buen comer que un buen día decidieron poner en práctica su pasión aunando la memoria sensitiva de esas reuniones familiares en torno a la mesa y todo lo que a ellos les gusta o les gustaría encontrar en un restaurante. Así, y tras hacer sus primeros pinitos hosteleros al frente de la franquicia Gorki, Blanca, Enrique, Inés y Juan abrieron hace unos meses su proyecto más personal.
Un local en el que se respira el afán de sus propietarios por hacer sentir al cliente como en casa tanto a través de la culinaria como de la decoración, de la que ha ocupado su tía Sofía Calleja (de SCV Estudio) y que está inspirada en la luz y los colores del Mediterráneo.
Aunque su apellido pueda confundir, los Van Dulken son malagueños de pro y sus orígenes están presentes en múltiples propuestas de una carta sencilla y sin pretensiones en la que prima el producto sin dejar de lado la originalidad. Ensaladilla con ventresca, salmorejo con su guarnición, ensalada de tomate ibériko (una sápida variedad que se cultiva en Almería de octubre a mayo), hamburguesa de buey con queso payoyo de Cádiz, mollete de Antequera con pringá y langostinos en tempura oriental (todo un éxito de la casa) son algunas de sus especialidades con regusto andaluz.
Pero lo más destacable es el precio en relación a la calidad y la ubicación de este restaurante, estamos ante la firme idea de realizar una cocina de mercado, de sabores sencillos y algunos tradicionales como el guiso de ciervo ( en la imagen de la izquierda) o las albóndigas, sin caer en los errores de los que, en mi opinión, otros restaurantes pecan por la zona: el precio.
La Vanduca, es el claro ejemplo de que se puede comer bien sin que afecte a nuestro bolsillo y es por eso, que se ha convertido en una de mis principales recomendaciones para este invierno. Además, el restaurante tiene una decoración exquisita y cuenta con una terraza cubierta, muy en consonancia con el gusto por la calle que tenemos los españoles.
Su oferta, ideada por los hermanos con la ayuda del chef Sergio Pérez y materializada por el cocinero Iñaki Antoñanzas (que ha trabajado en Londres, Camboya, Vietnam y diversos restaurantes de Madrid), da para mucho más.
Entre las opciones para compartir y picotear destacan unas perfectas croquetas que se deshacen en boca, las tortillas hechas al momento (de patata, de queso azul y trufada), los huevos con patata, panceta y trufa y viandas marinas como los mejillones gallegos que, como todo, solo traen cuando es temporada.
Sobresalientes también son los raviolis de cochinillo, las albóndigas de la abuela y los postres homemade, especialmente la torrija de pan brioche caramelizada con toffee y helado de vainilla. En sintonía con su espíritu de mercado, el restaurante cuenta además con propuestas fuera de carta entre las que desfilan curiosos guisos caseros como el pote de castañas, una suerte de fabada asturiana en la que utilizan castañas en sustitución de la alubia.
La Vanduca alberga barra y mesas altas, zona de comedor y terraza y es punto de encuentro desde las 12:00 h. hasta medianoche. Su carta funciona en horario ininterrumpido y disponen además de medias raciones de algunos de sus platos y de varias propuestas de picoteo como cazuelitas, queso Finca Pascualete (el queso de la condesa de Romanones) y las conservas de Frinsa. También hay carta de coctelería.