Las asambleas anuales chinas, o lianghui (la denominación en mandarín que se traduce como “dos reuniones”), dan inicio este sábado con un pleno donde se va a proponer extender el mandato del presidente de China, Xi Jinping, por tiempo indefinido. Tanto dentro como fuera de China se han escuchado voces críticas. Algunos temen una regresión […]
Dirigentes Digital
| 05 mar 2018
Las asambleas anuales chinas, o lianghui (la denominación en mandarín que se traduce como “dos reuniones”), dan inicio este sábado con un pleno donde se va a proponer extender el mandato del presidente de China, Xi Jinping, por tiempo indefinido. Tanto dentro como fuera de China se han escuchado voces críticas. Algunos temen una regresión hacia un modelo de poder sin contrapesos, como fue el mandato del dictador Mao Zedong, que nadie desea volver a sufrir en China. Tras fallecer Mao, la dictadura dejó de tener ese sello personalista para acabar cediendo el control del gobierno al partido comunista, si bien otro líder chino, Deng Xiaoping, dirigiría todas las reformas económicas hasta 1992. Desde entonces, tanto Jiang Zemin como Hu Jintao no llegaron a superar los diez años de mandato, una norma que cambiará con el actual presidente chino, Xi Jinping. China afronta un periodo crítico hacia 2021-22, cuando deberá haber liberalizado la cuenta de capitales total o parcialmente. Liberalizar la cuenta de capitales es condición necesaria para que el Yuan acabe siendo una moneda plenamente convertible en los mercados internacionales. La inclusión del Yuan en los Derechos Especiales de Giro (DEG), ligados al FMI, que solamente acepta divisas plenamente convertibles, indica que dicha reforma se llevará a cabo. Por otra parte, también se está intensificando la demanda de medidas contra lo que se considera una “devaluación artificial del Yuan”, sobre todo desde Estados Unidos. Y la balanza de capitales intervenida lleva tiempo provocando una inflación galopante en activos bursátiles e inmobiliarios. Dichas burbujas tienen lugar al concurrir, en China, una posición exterior acreedora con el férreo control estatal de los capitales. Tras cada superávit exterior, para mantener un tipo cambiario artificialmente devaluado, las autoridades del banco central chino compran el exceso de divisa extranjera que tanto exportadores chinos, como inversores extranjeros, ofertan. A cambio, el banco central debe incrementar la oferta monetaria en divisa local, un aumento que luego se ha intentado ‘esterilizar’ subiendo los Ratios sobre Reservas Bancarias (o RRR). El agregado M2, dadas las ineficiencias del actual sistema monetario chino, llegó a incrementarse un 30% en 2010. La intervención de los capitales, condición necesaria para manipular el Yuan, explica todas las ineficiencias mencionadas anteriormente. Unas ineficiencias que el actual liderazgo chino desea erradicar. Pero si se liberaliza la cuenta de capitales, dado que ahora no existe un sistema financiero desarrollado en China, podría producirse una fuga masiva. Para evitar dicho escenario, se viene trabajando desde hace tiempo en una reforma a fondo del sistema financiero, que lo haga atractivo de cara a los ahorradores e inversores. Con esta reforma, sin embargo, muchos grupos chinos de poder se van a ver notablemente perjudicados. Por ejemplo, si se remuneran mejor los depósitos bancarios, las empresas estatales tendrán menos acceso al crédito fácil. Y muchas, si se introducen medidas para incrementar su competitividad, van a perder sus privilegios como monopolios con acceso directo al grifo del dinero estatal barato. Xi Jinping alarga su mandato por decisión del partido, el cual desea evitar que otra facción cercana a los grupos de poder afectados lleguen al gobierno, paralizando estas reformas. O que, sin alcanzar necesariamente el gobierno, puedan oponerse frontalmente a un lider con menos peso específico que Xi Jinping. No conviene olvidar que la campaña anti-corrupción, popularmente conocida como de ‘Tigres y Moscas’, también se dirige hacia quienes se oponen a las reformas económicas actualmente en marcha. Xi Jinping, conviene insistir en ello, no alarga su mandato por un deseo personal de perpetuarse. Lo alarga empujado por el partido comunista, único en China, que sí depende del éxito de la reforma económica para sobrevivir. Y apuesta, para ello, por Xi Jinping ¿Es una decisión autoritaria del partido, por tanto, para garantizar estabilidad cuando se liberalice la balanza de capital? ¿Se preveen turbulencias, como una fluctuación brusca del Yuan, por lo que es necesario ahora consolidar un liderazgo fuerte? Son preguntas que, dado el momento actual de China, tiene sentido formular. La reunificación con Taiwan, o consolidarse como economía desarrollada, son otros de los desafios que afronta China a medio-largo plazo. Y que espera alcanzar antes del centenario de su refundación, en 2049. Ahora bien, Xi Jinping, si la reforma financiera se salda con éxito, no debería prolongar su mandato más allá de 2028.