Si se gestiona con flexibilidad y diligencia, una cartera de renta fija puede producir una rentabilidad superior a su rendimiento intrínseco. Y los bonos no deberían relegarse meramente a aplacar los temores de volatilidad. Si la rentabilidad compensa adecuadamente la volatilidad, no hay que temer los movimientos de precios (como bien saben los inversores en […]
Dirigentes Digital
| 07 nov 2016
Si se gestiona con flexibilidad y diligencia, una cartera de renta fija puede producir una rentabilidad superior a su rendimiento intrínseco. Y los bonos no deberían relegarse meramente a aplacar los temores de volatilidad. Si la rentabilidad compensa adecuadamente la volatilidad, no hay que temer los movimientos de precios (como bien saben los inversores en renta variable). Además, el efectivo no es una opción viable, dado que para los inversores es imprescindible considerar todas las fuentes de rentabilidad ajustada al riesgo atractiva. Las estrategias de corta duración se han popularizado en los últimos años. Pero en la medida en que los inversores se sienten confortados por la escasa sensibilidad a una subida de tipos, pasan por alto dos aspectos. Primero, estas estrategias tienden a entrañar un riesgo de crédito puro y concentrado. Lograr rentabilidad positiva en el extremo corto de la curva significa invertir en empresas de menor calidad crediticia, con calificación 'BBB' o de high yield, que no son inmunes a las vicisitudes del crecimiento. Segundo, se puede estar prescindiendo intencionadamente de la rentabilidad que produce una buena parte de la renta fija. ¿Sabía que hay fondos de renta variable estadounidense que, por ejemplo, evitan por definición el sector tecnológico y el del consumo por temor a que las valoraciones sean demasiado altas y solo puedan bajar? Eso es exactamente lo que la corta duración hace con los tipos de interés de largo plazo, y el coste de oportunidad de ignorar la contribución de la duración es enorme. Obviamente, el atractivo de la duración varía con el tiempo y guarda una relación esencial con la forma y la pendiente de la curva de tipos de interés. Pero cuando las curvas de tipos muestran una pendiente positiva, como es el caso ahora, invertir en bonos de mayor plazo reduce la necesidad de asumir riesgo de crédito para producir rendimientos. También brinda diversificación a la cartera, dada la correlación negativa entre tipos a largo plazo y diferenciales. Además de ello, posibilita la generación de rentabilidad más allá del efecto roll-down, que básicamente consiste en la revalorización del capital que puede lograrse con una gestión activa conforme se acerca inexorable el vencimiento. En el contexto actual, la gestión activa (capturar todas las fuentes de rentabilidad) y la flexibilidad (para asignar riesgo de crédito y duración y ajustar el posicionamiento en la curva de tipos, etc.) son fundamentales. Ello contribuye a lograr mayores rentabilidades con la volatilidad bajo control. Incluso en un entorno de tipos bajos, una exposición a renta fija gestionada activamente ofrece un perfil de riesgo-rentabilidad mucho más atractivo de lo que suele percibirse. Adrien Pichoud, economista jefe de SYZ Asset Management.