Banco Popular dio un giro de timón inesperado antes de comenzar agosto con la destitución de
Francisco Gómez como consejero delegado y anunciando un plan de ajuste y la creación de una sociedad para gestionar los activos tóxicos, tras el éxito de la ampliación de capital.
El hombre elegido por el actual presidente de Popular, Ángel Ron, para capitanear la nueva etapa ha sido Pedro Larena, que hoy asume el cargo de consejero delegado y entra en el Consejo de Administración. El fichaje sorprendió por el impacto de la noticia y porque tradicionalmente la entidad suele promocionar la cantera de la banca para ocupar los puestos de alta responsabilidad. Pero también porque Larena era uno de los hombres fuertes de la directiva de Deutsche Bank. Desde 2009 era responsable de banca comercial internacional del banco alemán y miembro del Comité Ejecutivo Global de Private Wealth & Commercial Clients.
Su salida se produce en un momento delicado para el gigante alemán, bajo sospecha sobre solvencia. La entidad aprobó por los pelos las pruebas de resistencia de la banca europea y acumula miles de pérdidas trimestre tras trimestre. Deutsche Bank acumula problemas en varias divisiones por su cartera de derivados y tiene varios frentes judiciales abiertos, al que se unen las difíciles condiciones de mercados de tipos bajos.
Sin la problemática que plantea Deutsche, Larena se enfrenta a un reto mayúsculo de dirigir e implementar la nueva estrategia de Popular después de sacar adelante una macro ampliación de capital en un momento en el que se cuestionaba la supervivencia del banco español. A corto plazo, tendrá que gestionar la puesta en marcha de la separación del negocio inmobiliario de la actividad principal que obligó al banco a reconocer unas pérdidas de 483 millones en el primer semestre. Y emprender un firme plan de reducción de costes. Se baraja que la medida incluirá una reducción de plantilla de 3.000 empleados. El lanzamiento del plan de optimización y transformación del modelo operativo debe significar un ahorro de costes en el entorno de los 175 millones de euros anuales a partir de 2017.
Todas estas medidas se toman después de llevar a cabo con éxito una macro ampliación de capital de 2.500 millones. El banco presidido por Ángel Ron reconoció que tenía que afrontar provisiones de 4.700 millones por su exposición al sector inmobiliario. Una vez culminada la operación clave, el banco se ha lanzado a una transformación del negocio para afrontar la dura realidad del negocio bancario, de escasa
rentabilidad.
El banco se reafirmó en los objetivos planteados para 2018 en la ampliación de capital. La entidad se ha comprometido a una desinversión de 15.000 millones. La ampliación también estuvo acompañada de la cancelación de dividendo para este ejercicio. La entidad se ha comprometido a retornar el pago al
accionista en 2017, con el objetivo de tener un pay out por encima del 40% en 2018.
Todas estas medidas están destinadas a elevar sustancialmente las coberturas de la entidad hasta alrededor de un 50%. Además, de recuperar la rentabilidad del negocio y situarlo alrededor del 9% en 2018. Y por supuesto elevar el ratio de solvencia CET1 Fully loaded por encima del 12%.