A pesar de los retrasos que acumulan las obras del Gasoducto Báltico, el Gobierno polaco ha reiterado esta pasada semana que mantiene su intención de dejar de abastecerse con gas procedente de Rusia en 2022, cuando expire el contrato de aprovisionamiento firmado entre Varsovia y la gasista público-privada rusa Gazprom. Desde su retorno al poder en 2015, el partido conservador Ley y Justicia ha insistido en que cumplirá su promesa electoral de diversificar las fuentes de abastecimiento del país para intentar reducir a cero su actual dependencia del gas ruso, que supone actualmente dos tercios del total de combustible que se consume en Polonia. Para completar este plan, el Ejecutivo polaco ha puesto en marcha un plan de diversificación, que incluye la puesta en marcha desde 2016 de una planta de tratamiento de gas natural líquido (GNL) qatarí en el norte del país, el fomento de otras fuentes de producción propia de hidrocarburos y el ya mencionado Gasoducto Báltico, que proveerá a Polonia de gas noruego del Mar del Norte. Tras más de un año de funcionamiento, el abastecimiento con GNL ya supone un 11% del total de gas consumido en el país y Varsovia aspira a que suministre un 37% en 2022. Mientras, la producción propia, que actualmente supone un 26%, reducirá su aportación al mercado polaco en 2022 hasta un 20% para exportar excedentes a países vecinos como Ucrania, Eslovaquia, República Checa o Lituania, que también dependen de la importación de gas ruso. Sin embargo, las perspectivas son menos optimistas respecto a la construcción del Gasoducto Báltico, que debería estar disponible en la fecha acordada, octubre de 2022, para garantizar que Polonia pueda eludir el suministro ruso y las fluctuaciones en sus precios, que Varsovia vincula a presiones geopolíticas por parte del Kremlin. A pesar de las dudas sobre la finalización del gasoducto, el ministro polaco de infraestructura energética, Piotr Naimski ha asegurado este miércoles en una entrevista a la agencia Bloomberg que su país no cederá en sus planes para desvincularse del suministro ruso y que están preparados para asumir incertidumbres durante el cambio de proveedores. Además, Naimski ha calificado de "cuestión de seguridad" la finalización del Gasoducto Báltico, señalando que "no estamos diversificando nuestros suministros para continuar dependiendo de Rusia". Las subidas de precios en plena temporada invernal durante los últimos años parecen haber reforzado la determinación polaca de romper vínculos energéticos con el vecino del Este, con el que apenas existen actualmente relaciones diplomáticas. Por otra parte, ha destacado que, en caso de seguir necesitando el gas ruso, "tendríamos que iniciar las negociaciones con Gazprom en diciembre de 2019, fecha en la que sabremos con seguridad si el gasoducto estará listo en la fecha prevista, por lo que nos encontramos en una posición cómoda". En lo que respecta a sus países vecinos, Piotr Naimski ha destacado que la prioridad es la conexión con Eslovaquia en su frontera sur "que nos dará acceso a otros mercados, a través de Hungría", en un intento para rivalizar con el monopolio gasista de Rusia en Europa Central y del Este. "Seremos capaces de suministrar hasta 5.000 millones de metros cúbicos (de gas) a esta región, y para algunos países, esa cifra representa todo su suministro anual", ha afirmado Naimski. Si sus previsiones son acertadas, el mercado europeo de gas natural puede cambiar radicalmente en los próximos cinco años.