El estallido de la burbuja financiera tuvo un impacto mayor en los países del sur de Europa, donde los desequilibrios estructurales pasaron desapercibidos hasta el inicio de la recesión. España fue uno de los más afectados en términos de endeudamiento, ya que el pasivo de las Administraciones creció un 43% en tan sólo cinco años, […]
Dirigentes Digital
| 17 abr 2017
El estallido de la burbuja financiera tuvo un impacto mayor en los países del sur de Europa, donde los desequilibrios estructurales pasaron desapercibidos hasta el inicio de la recesión. España fue uno de los más afectados en términos de endeudamiento, ya que el pasivo de las Administraciones creció un 43% en tan sólo cinco años, pasando de representar el 35,5% del PIB en 2007 al 99,4% en 2016. A pesar de que desde 2014 se muestra una tendencia descendiente en la senda de endeudamiento (se ha reducido hasta un 1,1% acumulado en % del PIB), España sigue siendo de los cinco países con mayor volumen de obligaciones en la Eurozona y el único que todavía permanece bajo observación en el procedimiento por déficit excesivo (PDE) (supera el límite del -3%). Las cuentas públicas iniciaron la espiral negativa por diversos factores: la existencia de un elevado déficit primario (diferencia entre ingresos y gastos), que ha incrementado en un 12,9% el nivel de deuda desde 2012, la puesta en marcha por la Administración central de mecanismos extraordinarios de liquidez para facilitar a las Administraciones territoriales el acceso a la financiación, lo que ha supuesto un aumento del 16,9%, las ayudas para la recapitalización del sector financiero, con una contribución del 4,4%, y el pago de los intereses derivados de la deuda, que se tradujeron una subida acumulada del 15,8%. La caída experimentada en los últimos dos años se debe en gran medida al crecimiento del PIB nominal como síntoma de la recuperación económica, lo que ha restado hasta un 4,8%, y a la corrección progresiva de la brecha entre ingresos y gastos, que en 2016 arrojó un déficit primario del 1,5%. La caída de los intereses experimentada desde 2013 también ha ayudado en gran medida a aliviar la carga del sector público, que ya se financia a tipos negativos en el largo plazo. En este sentido, tanto las medidas de consolidación fiscal como la recuperación de la actividad económica han sido claves en la caída de la deuda por debajo de la barrera psicológica del 100% del PIB, límite que alcanzó en 2015. Por otro lado, las ayudas financieras derivadas de la UE también tuvieron un impacto importante sobre los niveles de deuda, con un efecto acumulado del 2% desde 2012. En ese año España recibió el préstamo del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) para el saneamiento del sector financiero, lo que contribuyó a un aumento del pasivo del 1,5%. En los ejercicios posteriores, el cambio de tendencia de la economía nacional ha provocado que España pase del grupo de los deudores al de los acreedores (otros países como Grecia, Irlanda o Italia han recibido ayudas posteriores), lo que ha impedido en cierta medida una reducción más drástica del nivel de deuda.