Ayer me hicieron esta pregunta en una Presentación. Es una muy buena pregunta. Ya saben que mi principal temor es aquello que no espero. Y que, en general, las crisis surgen porque no son esperadas. No, nadie espera un repunte de la inflación. Empezando por las propias autoridades monetarias mundiales, que en muchos casos amparan […]
Dirigentes Digital
| 23 sep 2015
Ayer me hicieron esta pregunta en una Presentación. Es una muy buena pregunta.
Ya saben que mi principal temor es aquello que no espero. Y que, en general, las crisis surgen porque no son esperadas.
No, nadie espera un repunte de la inflación. Empezando por las propias autoridades monetarias mundiales, que en muchos casos amparan sus decisiones extremas en el riesgo de deflación.
Sepan que la propia presidenta de la Fed decía no hace tanto tiempo que el escenario de baja inflación actual no tiene por qué ser muy persistente. Su valoración se apoyaba en la mayor importancia de factores temporales (crudo, otras materias primas y en general precios de importación) frente a otros como el output gap y las expectativas de inflación. Naturalmente, estos últimos también deben considerarse como deflacionistas pero de menor entidad que los temporales.
Dicho todo esto, parece lógico esperar que la recuperación futura de la inflación venga de la mano del fin de la caída de los precios externos y del cierre del slack económico. Pero, ¿qué pasa con las expectativas de inflación? Creo que fue la Fed de San Luis la que puso valor a la probabilidad de que la inflación estadounidense repunte en 2016 por encima del 2,6%: casi cero.
Pero, es cierto, en teoría el paso del tiempo debería ser un factor inflacionista. No sólo por el cierre del output gap, también por la estabilidad e incluso recuperación de los precios de commodities y hasta por la propia revalorización de activos financieros a que ha llevado en buena parte una política monetaria expansiva llevada al límite. Todo esto debería traducirse, siempre en teoría, con el tiempo en un aumento de las expectativas de inflación. Lo que falla, naturalmente, es la mayor incertidumbre a medio plazo derivada de la acumulación de potenciales riesgos a medio y largo plazo: deuda, demografía y hasta reformas/ajustes para combatir precisamente estos factores y otros que afectan a la competitividad.
Por todo esto son contados los economistas que temen la inflación. Muchos más los que la añoran.
José Luis Martínez Campuzano es estratega de Citi en España.