"La crisis actual es distinta a las de 1998 y 2008. Es más larga, muy diferente de las anteriores, y no ayuda que tanto los rusos como los líderes del Kremlin tengan frívolas altas expectativas. Todo el mundo está listo para una crisis como las previas, pero no para la que ha venido", afirmaba recientemente […]
Dirigentes Digital
| 23 may 2016
"La crisis actual es distinta a las de 1998 y 2008. Es más larga, muy diferente de las anteriores, y no ayuda que tanto los rusos como los líderes del Kremlin tengan frívolas altas expectativas. Todo el mundo está listo para una crisis como las previas, pero no para la que ha venido", afirmaba recientemente el prestigioso periodista ruso Maxim Trudolyubov en las páginas del diario "The Moscow Times".
Según el Gobierno ruso, el PIB se contrajo el año pasado un 3,8% y la tendencia recesiva puede prolongarse este año. El problema ahora es que las causas de los problemas del país están lejos del alcance de Moscú. "Rusia tiene un problema a largo plazo que no podrá esquivar: una dependencia excesiva del petróleo y del gas en medio de una caída generalizada de precios y cada vez más dificultades técnicas para su ineficiente industria energética", constata Mikhail. Los ingresos procedentes de las exportaciones de gas y crudo representan la mitad de la recaudación estatal. Para equilibrar su presupuesto, Rusia debería vender el crudo a 82 dólares el barril.
La moneda rusa marcaba un récord mínimo en relación al dólar a finales de enero (llegando a caer a los 82 rublos por dólar). La inflación se sitúa en el 16% después de haberse situado en el 12,5% en 2015. La pérdida de poder adquisitivo de los rusos es un hecho. De acuerdo con estadísticas oficiales, un 14% de la población -o, lo que es lo mismo, 20 millones de rusos viven en situación de pobreza.
La solución a los problemas rusos a largo plazo pasa por diversificar la economía y recuperar el papel del mercado. En suma, realizar reformas estructurales e institucionales. Tendrá que impulsar un sistema fiscal estable, así como la inversión doméstica y extranjera. La economía rusa, argumentaban recientemente el exministro ruso de Finanzas, Alexéi Kudrin, y el economista Evsey Gurvich en un artículo para "Stratfor", no mejorará solo con medidas monetarias ni fiscales. El problema radica en la mala salud de los mercados y en la supresión de la competencia. No está nada claro que la élite del Kremlin esté convencida de ello.
Privatizaciones
No en vano, la crisis actual ya ha llevado a Moscú a anunciar una ola de privatizaciones como otras veces en los últimos años. El plan: reunir 12.500 millones para cubrir un agujero de alrededor de 37.500 millones de dólares en el presupuesto federal. La situación actual es peor que cuando en 2007 comenzó la anterior etapa de privatizaciones, que la crisis de 2008 frustró parcialmente. Si Moscú trata de vender algunas de sus principales compañías, lo hará obteniendo menos beneficios que hace algunos años. Si el Gobierno pospone la iniciativa, tendrá que recurrir a los fondos del Fondo de Reserva Nacional (que cuenta con 49.000 millones de dólares en estos momentos) para paliar el déficit, lo cual puede acabar con éste a finales de 2016. Pero, por el momento, el margen con el que cuenta el Estado ruso es amplio.
Además, Rusia prevé hacer su primera emisión internacional de bonos por 3.000 millones de dólares desde las sanciones. Ha invitado a los grandes bancos de EEUU -cuya administración presiona para que no se haga negocio con Rusia-, la UE y China para que participen. "Una emisión internacional exitosa sería un golpe de efecto en relaciones públicas. Rusia debe caminar con cuidado, ya que los bancos occidentales son recelosos de que se ande jugueteando con el Kremlin para reunir esa cantidad. Sin embargo, todas las señales sugieren que Rusia encontrará socios deseosos", afirmaba recientemente "The Economist". Una estrategia a largo plazo para Moscú. La falta de financiación ha retrasado varios ambiciosos proyectos como las instalaciones de gas natural licuado de Novatek. No habrá perforaciones en el océano Ártico hasta 2020. La actividad comercial e inversora de otros países, incluida la de las firmas españolas, no se encuentra en un buen momento como admiten empresarios de nuestro país instalados en Rusia. Otros factores, como las malas relaciones que en estos momentos mantienen Moscú y Ankara a raíz del derribo por parte del Ejército turco de un caza ruso que sobrevolaba la frontera turco-siria, ha dejado en el aire un proyecto como el gasoducto Turkish Stream. Fuentes del gigante ruso Gazprom advertían recientemente que el proyecto, que prevé transportar 63.000 millones de metros cúbicos de gas desde Rusia al sur de Europa, puede ser suspendido por varios años.
Con todo, Rusia está mejor situada para diversificar su economía que otros países exportadores de materias primas. Su mano de obra está altamente formada. La depreciación del rublo puede facilitar la tarea: el ‘made in Russia’ ya se está beneficiando. Recientemente el presidente ruso, Vladímir Putin, auguraba el inicio del crecimiento ruso tras un período de estabilización impulsado por la exportación. Además, una de las grandes ventajas de Rusia respecto a otros países emergentes es el considerable grado de cualificación de una parte importante de su mano de obra. Asimismo, Moscú espera una recuperación a medio plazo de los precios de los hidrocarburos.
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