Ya han pasado tres meses desde que Rusia decidiera prohibir las importaciones de productos alimentarios frescos de la UE, Estados Unidos y otros países (como Canadá o Australia) que han impuesto sanciones económicas contra Moscú a raíz del conflicto ucraniano. Sociedad acostumbrada a haber sufrido períodos de escasez, los rusos viven sus existencias sin querer […]
Dirigentes Digital
| 20 nov 2014
Ya han pasado tres meses desde que Rusia decidiera prohibir las importaciones de productos alimentarios frescos de la UE, Estados Unidos y otros países (como Canadá o Australia) que han impuesto sanciones económicas contra Moscú a raíz del conflicto ucraniano. Sociedad acostumbrada a haber sufrido períodos de escasez, los rusos viven sus existencias sin querer perder demasiado tiempo sobre algo que escapa a su control. Pronto los supermercados rusos cambiaron las banderas de los países comunitarios de los estantes de productos agroalimentarios por otras no más exóticas ?países del antiguo bloque comunista o de la antigua URSS- o por las enseñas de los nuevos socios de Moscú en las lejanas tierras de América del Sur. Sensación de normalidad: parece como si siempre hubiera sido así.
Rusia importa la mayor parte de los alimentos que consume: no le ha quedado otra que sustituir con inmediatez los bienes occidentales con productos de terceros países. Los agricultores locales son conscientes de que serán incapaces de mejorar la productividad del sector. La consecuencia inmediata de la sustitución de estos bienes ha sido una subida de precios confirmada por una inflación situada por encima del 8%. La crisis de los estantes está poniendo a prueba los bolsillos de los rusos.
Pero un reciente estudio del diario Vedomosti revela que los rusos están preparados para resistir las consecuencias del embargo a los productos occidentales. El 64% de los encuestados aseguraba haber notado el incremento de precios, pero el 73% decía aprobar las contramedidas rusas a las sanciones. De acuerdo con el Rosstat, la inflación alimentaria fue en octubre un 11,5% mayor que en el mismo período el año pasado.
Orígenes exóticos
Con todo, los principales minoristas alimentarios rusos continúan gozando de buena salud, como informaba recientemente Fitch. La mayoría de los minoristas han sustituido los productos prohibidos por alimentos de otros países e incrementado los precios. Ahora destacan las frutas y las verduras de países como Serbia, Sudáfrica, Ecuador o Turquía entre otros. Estas empresas superan la prueba: los consumidores compensan la subida de los productos básicos dejando de comprar o gastando menos en aquellos que no lo son.
La nueva situación es propicia para la picaresca. Los exportadores de los países cuyos alimentos han sido prohibidos intentan hacer pasar bajo otras banderas sus mercancías. Las aduanas rusas anunciaban hace unos días que se habían hecho con 600 toneladas de carne procedente de Europa (que había partido de Amberes) escondida en contenedores que supuestamente portaban, entre otras cosas, golosinas. Con todo, la industria europea ha sido la gran damnificada: la UE anticipa pérdidas de más de 5.000 millones de euros anuales. Representantes europeos reconocían recientemente que la situación será un quebradero de cabeza a largo plazo para la agroindustria. Las reclamaciones de compensaciones por parte de los productores europeos se suceden. Aunque el Gobierno ruso afirmó al poco de entrar en vigor el embargo que estaba dispuesto a revisarlo, lo cierto es que han pasado ya más de tres meses Moscú no ha variado un ápice su postura a la vista de que los países occidentales continúan imponiendo sanciones.
Al contrario, Moscú ampliaba su embargo a finales de octubre a prohibir la importación de harinas y grasas animales así como otros subproductos cárnicos destinados a la alimentación procedentes de la UE. Las autoridades advertían de la existencia de "innumerables" sustancias tóxicas en estas partidas. El pulso continúa.