El último en llamar la atención sobre el futuro de la política del BCE ha sido Gilles Moec, economista de BoA Merrill Lynch, sumándose a las voces que apuntan a que el BCE extenderá su programa de compra de bonos en diciembre. "Los datos recientes son consistentes con una flexibilización adicional", indica, advirtiendo que "si […]
Dirigentes Digital
| 15 oct 2015
El último en llamar la atención sobre el futuro de la política del BCE ha sido Gilles Moec, economista de BoA Merrill Lynch, sumándose a las voces que apuntan a que el BCE extenderá su programa de compra de bonos en diciembre. "Los datos recientes son consistentes con una flexibilización adicional", indica, advirtiendo que "si el BCE no responde de forma rápida, podría costar a la zona euro de un 0,2%-0,3% de crecimiento en 2016".
En un reciente informe, la firma ya explicaba que no debemos olvidar que este tipo de planes, que ahora son norma pero nunca lo han sido, se asientan en procesos de "ensayo-error", por lo que puede que el calibre inicial del QE haya sido demasiado "conservador", en palabras de Bank of America Merrill Lynch. La firma añade que quizá su eficacia dependa "realmente de su naturaleza abierta".
Sin embargo, el impacto del QE, al menos en los mercados europeos, no ha sido de momento el esperado. Durante una reciente conferencia celebrada en Budapest, expertos de Schroders debatieron sobre las políticas de relajación cuantitativa a escala global, dejando en el aire si el mundo será capaz de volver a vivir sin estas políticas monetarias. Tal y como recordaba Garetht Isaac, gestor de renta fija de la firma, los críticos con los programas de compra de deuda de la Fed, el Banco de Japón o incluso el BCE, "predijeron que esto llevaría a una alta inflación, un colapso del dólar y los crecientes precios de las materias primas". Tres factores que no han ocurrido en realidad. Es decir, el experto plantea la imposibilidad de que los efectos del QE se hubiesen comprendido plenamente de antemano. "Fue un experimento", sentencia. Una bomba de dinero que, de momento, no ha servido para acelerar uno de sus principales objetivos: una mayor inflación.
Para Patrick Vogel, responsable de deuda corporativa europea de Schroders, los QEs implementados a escala global podría haber tenido otras consecuencias inesperadas. Por ejemplo, un proceso en el que se han inflado los precios de los activos en algunos segmentos de los mercados financieros, fallando en la recuperación de la economía real. "Me temo que se han creado burbujas", advierte el experto, asegurando que el mayor problema es que "no estamos llegando al siguiente paso de reformas estructurales". A su juicio, las compras de deuda "estaban destinadas a salvarnos a corto plazo, y el testigo debía ser recogido por los políticos para implementar las reformas estructurales, que son la única forma de conseguir un crecimiento sostenible y mercados equilibrados". Vogel lo tiene claro: "El QE está distorsionando los mercados y lo lleva haciendo durante más de cinco años".
Bajo este escenario, ¿tendría sentido que el BCE decidiese ampliar su programa de compras de deuda más allá de lo establecido? "Estamos en el final de un ciclo de crédito y la volatilidad en este escenario es normal. Poco queda que los bancos centrales pueden hacer para evitar esto", indica por su parte Martin Skanberg, gestor de renta variable europea de Schroders. Aún así, los expertos coinciden en que el aumento en los ingresos de los hogares, en Europa en parte gracias a la caída de los precios del crudo, pueda compensar la desaceleración. Es más, consideran que es esa fuerza del consumidor lo que está apoyando el crecimiento, pero que los programas de estímulo no podrán ser retirados si no van acompañados de reformas estructurales.