El big data y la inteligencia artificial ha supuesto un salto cualitativo en el avance de las Smart cities. El objetivo: aprovechar toda la tecnología disponible y desarrollar soluciones innovadoras para optimizar los recursos y mejorar la planificación de los diferentes procesos urbanos. Estos son los pilares de las denominadas ciudades inteligentes. De hecho, la […]
Dirigentes Digital
| 01 feb 2018
El big data y la inteligencia artificial ha supuesto un salto cualitativo en el avance de las Smart cities. El objetivo: aprovechar toda la tecnología disponible y desarrollar soluciones innovadoras para optimizar los recursos y mejorar la planificación de los diferentes procesos urbanos. Estos son los pilares de las denominadas ciudades inteligentes. De hecho, la inversión global en tecnologías para Smart Cities alcanzará los 34.350 millones de dólares en 2020 a nivel mundial.
Sensorizar las ciudades -un proceso cada vez más barato, sencillo y fiable- proporciona grandes volúmenes de datos de valor (tráfico, contaminación, tránsito peatonal, gestión de residuos, alumbrado público, etc.). La gestión de estos datos es clave para dar respuesta a las nuevas necesidades. Dotar a las ciudades de un sistema inteligente capaz de integrar y tratar la información de acuerdo a modelos predictivos ayudará a tomar mejores decisiones en menos tiempo.
La transformación digital de las ciudades requiere una visión integral que involucre a todos los actores y a todos los ámbitos de actividad imaginables, desde aspectos en apariencia nimios, como la elección del mobiliario urbano, hasta otros de gran relevancia, como el ahorro de agua. A destacar, tres factores determinantes:
Transporte y movilidad: La gestión de los desplazamientos en las grandes ciudades y sus áreas de influencia se ha convertido en caballo de batalla para las administraciones locales. Reducir la contaminación, facilitar la movilidad diaria de miles de personas y reordenar el espacio público dando más protagonismo al peatón son algunos de los objetivos prioritarios. Aplicaciones que ofrecen rutas más rápidas en tiempo real, sistemas que informan de las plazas libres para aparcar o semáforos que regulan el tráfico en función de su densidad son algunas de innovaciones que ya se utilizan en algunas ciudades. Junto a ellas, es necesario implementar políticas de movilidad sostenibles que mejoren la calidad de servicios de transporte públicos y ofrezcan alternativas a los ciudadanos.
Eficiencia e infraestructuras: Agua, energía, tiempo… todos son recursos escasos que deben optimizarse al máximo para ganar eficiencia, uno de los grandes valores de las ciudades inteligentes. El uso de sistemas de gestión inteligente como parte del equipamiento de las infraestructuras permitirá reducir al mínimo el consumo total de recursos manteniendo las mismas prestaciones. De hecho, las ciudades consumirán el 75% de la energía mundial en 2030, según las eléctricas. Por el contrario, la eficiencia energética podría ahorrar en torno a 600.000 millones de euros. Ya son muchas las ciudades que cuentan con edificios autónomos que regulan la temperatura y la luminosidad en función de las condiciones ambientales. También se trabaja con el diseño de infraestructuras críticas, como aeropuertos y hospitales, más flexibles y capaces de adaptarse a circunstancias extraordinarias (fenómenos naturales, picos de demanda, ataques, etc.).
Servicios públicos y atención al ciudadano: La eficiencia se traslada también a la gestión de los servicios públicos. Disponer de un centro de control municipal donde se recojan y se administren los datos hace que los procesos sean más transparentes, facilita las gestiones a los ciudadanos y mejora el acceso a la información desde todas las áreas implicadas. La tecnología inteligente se presenta en las ciudades con múltiples rostros y es capaz de ofrecer infinitas soluciones a los nuevos retos de la sociedad. El desarrollo de estrategias e iniciativas basadas en los miles de sistemas tecnológicos que alimentan a las smart cities ayuda a mejorar la vida de los ciudadanos, a cuidar el medio ambiente y a fomentar el crecimiento, además de promover la sostenibilidad, la accesibilidad, la inclusión y la eficiencia.
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