La reciente designación de Cyril Ramaphosa como nuevo presidente interino de Sudáfrica ha abierto una puerta a la esperanza de que uno de los países subsaharianos con mayor potencial del continente puede recuperarse de su prolongada agonía. Las firmas de análisis han acogido con optimismo la renuncia del anterior mandatario, Jacob Zuma, que se vio […]
Dirigentes Digital
| 08 mar 2018
La reciente designación de Cyril Ramaphosa como nuevo presidente interino de Sudáfrica ha abierto una puerta a la esperanza de que uno de los países subsaharianos con mayor potencial del continente puede recuperarse de su prolongada agonía. Las firmas de análisis han acogido con optimismo la renuncia del anterior mandatario, Jacob Zuma, que se vio forzado a dejar la presidencia el pasado 14 de febrero ante las presiones de su partido, el todavía influyente Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés). Una década de bajo crecimiento, con una elevadísima tasa de desempleo (más de un cuarto de la población) y unos servicios públicos calificados claramente deficientes son el legado que Zuma deja al que fuera uno de los hombres de confianza del carismático Nelson Mandela. Ramaphosa deberá ahora devolver la confianza a unos inversores expectantes de ver cómo puede desarrollar una agenda reformista, sin el lastre que los escándalos de corrupción han traído al país. Stéphane Monier, director de Inversiones de Lombard Odier, considera que el nuevo presidente interino llegará a las elecciones generales del próximo año con un mensaje contundente de lucha contra la corrupción. A su favor juega la imagen de empresario hecho a sí mismo con que cuenta Ramaphosa, quien durante los últimos años ha conseguido convertirse en una de las fortunas más importantes de Sudáfica, estimada en 450 millones de dólares, según Forbes. “La recuperación económica dependerá de la habilidad del nuevo gobierno de crear empleo, mejorar el sistema educativo y afrontar una reforma agraria”, señala el responsable del banco suizo, en un momento en que las condiciones ya no son tan favorables para el país. Mientras los mercados emergentes han crecido una media anual cercana al 5% durante la última década, Sudáfrica solo ha conseguido una tasa del 1,5%, un porcentaje muy escaso para las expectativas que generó en la población negra el fin del apartheid y la esperanza de una mejora notable de su calidad de vida. Y compañías tan emblemáticas como Anglo American, Mondi, Richemont o Old Mutual han trasladado su domicilio social. Monier subraya que el presupuesto presentado por el nuevo presidente Ramaphosa, centrado en reducir la deuda soberana del país por debajo del 60% del PIB, junto a una subida del IVA (por primera vez en 25 años) y un incremento del gasto social, sobre todo en educación superior, ayudará a encarrilar la economía sudafricana, en el punto de mira de las agencias de calificación crediticia internacionales. Aunque el riesgo de que el país sufra una degradación de su nivel de deuda se ha reducido, Monier aconseja a los inversores mantenerse cautos hasta que las medidas del nuevo gobierno se materialicen y el mercado las ponga en valor. “Somos cautelosamente optimistas con Sudáfrica. Los inversores deberían esperar a tener una mayor visibilidad por parte de la nueva Administración de Ramaphosa antes de explorar oportunidades a corto plazo”, subraya el director de Inversiones de Lombard Odier.