Este coupé de 2+2 plazas, que rivaliza por concepto con el Audi TT, es puramente emocional, un coche para saborear la conducción en estado puro, sin filtraciones, aunque eso no significa ni mucho menos que sea un vehículo incómodo. Ligeramente actualizado hace un par de años en algunos detalles estéticos y de equipamiento, el RCZ […]
Dirigentes Digital
| 10 jul 2015
Este coupé de 2+2 plazas, que rivaliza por concepto con el Audi TT, es puramente emocional, un coche para saborear la conducción en estado puro, sin filtraciones, aunque eso no significa ni mucho menos que sea un vehículo incómodo.
Ligeramente actualizado hace un par de años en algunos detalles estéticos y de equipamiento, el RCZ tiene un diseño provocador, un estilo en el que priman las formas pero sin renunciar a su funcionalidad, unos trazos geniales que se desmarcan por completo del resto de la familia Peugeot, en un ejercicio creativo del que sólo los modelos de nicho se pueden beneficiar.
Su perfil lateral, enmarcado por los arcos de aluminio que dibujan la silueta del techo, grandes pasos de rueda para alojar a unas no menos imponentes llantas de aleación de 18 pulgadas o un cristal trasero de grandes dimensiones, ondulado con dos marcadas jorobas, son algunos de los rasgos característicos de un coche que no dejará a nadie indiferente.
Sin embargo, no estamos ante un deportivo extremo como pudiera parecer por su formato estilístico. El RCZ es un automóvil claramente pasional, pensado para gente joven que disfruta con un volante en las manos, pero no renuncia al confort, el espacio y esa suavidad difícil de encontrar en otros coupés de altas prestaciones. La oferta de tres mecánicas de gasolina, todas ellas de 1.6 litros de cilindrada y con 156, 200 y 271 caballos de potencia, respectivamente, más un propulsor diésel de 2 litros y 163 CV. Los cuatro utilizan una caja de cambios manual de seis velocidades, y sólo el de menor potencia se puede pedir también con una transmisión automática de seis marchas.
Grandes sensaciones
Nosotros hemos podido probar a fondo, en distintos asfaltos y tipos de carretera, la versión de gasolina con 200 caballos, que nos ha parecido suficientemente rápida para la filosofía del vehículo y que lleva de serie un sistema que permite variar el sonido en el habitáculo. Así, en aceleraciones y retenciones fuertes se escucha un rugido poderoso, mientras que a velocidad constante la melodía pasa a ser más tranquila.
Este motor tiene un comportamiento suave y progresivo hasta las 4.500 revoluciones pero, a partir de ahí, desata su potencial y muestra toda su garra.
Como decíamos anteriormente, no estamos ante un coche 100% deportivo y eso se nota, entre otras cosas, en la puesta a punto de las suspensiones. Al encadenar curvas, saltos y contracurvas a un ritmo ligero nos hubiera gustado tener más firmeza en el tren delantero pero, en honor a la verdad, el coche tiene un comportamiento intachable sin descuidar el aspecto del confort. Lo mismo ocurre con el freno, de tacto un poco esponjoso, aunque eficaz en su cometido.
El resultado lo redondea una dirección muy precisa, que siempre transmite confianza al conductor, y un cambio manual que invita a su uso continuo por el mismo motivo.
En definitiva, el Peugeot RCZ dejará satisfechos a quienes se divierten conduciendo, a la vez que proporciona elevadas dosis de confort.
Habitáculo cuidado
Esa comodidad se respira nada más entrar en el interior, amplio no sólo en las plazas delanteras sino también en un maletero de formas aprovechables y gran capacidad. Además, si abatimos los respaldos traseros y convertimos el vehículo en un biplaza, el espacio para equipajes es fantástico. Eso sí, como ocurre en estos coupés denominados 2+2, en la parte de atrás podrán viajar únicamente niños o alguien flexible para un trayecto corto de emergencia, pues tampoco se pueden hacer milagros con el hueco disponible.
Delante, los asientos, con el reposacabezas integrado, son envolventes y sujetan el cuerpo a la perfección.
La unidad que probamos disponía de una tapicería de cuero opcional, con la que se reviste también la parte superior del salpicadero y los paneles de las puertas.
La primera impresión es sorprendente, por el lujo y la buena terminación que se percibe, pero al profundizar uno se lleva una pequeña desilusión cuando ve los plásticos duros y poco refinados que completan la mitad inferior de este habitáculo, un hecho, por otra parte, que ya encontramos en algunos modelos más asequibles de marcas premium para abaratar costes. Los acabados en aluminio y algunos detalles, como el volante achatado, consiguen un ambiente juvenil y dinámico en este agradable interior, donde el conductor, sea de la talla que sea, encontrará la postura más adecuada a sus gustos.