Cómo somos en este país. La idea de saborear el poder, aunque sea de lejos, convierte al hombre en un tirano en potencia.

Karl Lowenstein, filósofo alemán y considerado como uno de los padres del constitucionalismo moderno, habla del "carácter demoníaco" del poder, que tiende a excederse y quienes lo detentan a abusar de él, por eso la limitación del poder es el centro de su 'Teoría de la Constitución'. "Quien ejerce el poder suele justificarse en el interés colectivo o de la justicia en general, pero salvo que se sea un santo es difícil resistir la tentación del abuso. La política no es sino la lucha poder el poder", viene a decir la teoría de Lowenstein.

En España, lo estamos viendo. Los ciudadanos ya demostraron en las urnas el pasado 20 de diciembre que no quieren mayorías absolutas, no quieren leyes aprobadas a la fuerza, no quieren que quienes ostentan el poder no trabajen para los ciudadanos sino para ellos mismos, y no quieren que todas las propuestas que se aprueben en este país provengan de una sola voz. Los ciudadanos quieren que se negocie, que las leyes se aprueben por consenso entre varios partidos, no por imposición de uno solo.

Pero, lejos de trabajar para construir un Gobierno estable que trabaje para sus ciudadanos, requisito imprescindible para cualquiera que ocupe La Moncloa, las ansias de poder poco a poco se van viendo en los denominados 'partidos emergentes'.

Ante la incertidumbre de no saber quién será quién en el nuevo Gobierno, el primero que no dudó en lanzar la piedra fue Podemos. Su secretario general, Pablo Iglesias, dio a conocer ante los medios de comunicación -antes que al propio líder socialista, Pedro Sánchez- lo que para la formación morada sería imprescindible para una coalición: el reparto de ministerios. Y, lejos de quedarse corto, exigió que él mismo ocupara la vicepresidencia.

Ciudadanos, su 'rival bisagra', seguido por el PSOE y el PP, no tardaron en señalar ese mismo día el carácter déspota de Iglesias, que poco a poco va dejando atrás su careta de salvador de las clases medias y bajas, y dejando ver un líder con mucha ambición de poder.

Ahora es el propio Ciudadanos el que se ha sumado a la moda de pedir ministerios. Así lo ha confirmado el portavoz de la formación naranja en el Congreso, Juan Carlos Girauta, quien no ha dudado en afirmar que el nuevo Gobierno -para el que pedirá el apoyo de Podemos- tiene que estar constituido por miembros de PSOE y Ciudadanos.

Con estas declaraciones, el partido de Albert Rivera tira por tierra una de sus principales filosofías de campaña: "Queremos negociar reformas para el bien de los ciudadanos, no debatir por el reparto de sillas".

Viendo el lento ritmo de las negociaciones, todo parece indicar que el reparto de ministerios entre diferentes formaciones va a ser clave para la formación del futuro Gobierno de España. Es curioso que ninguna de las formaciones dé a conocer a los ciudadanos sus propuestas concretas para impulsar el país, pero todos tengan claro que quieren un Ministerio.

Mientras continúa el teatro político, los españoles seguimos trabajando cada día por salir adelante. Al final va a ser verdad que estamos mejor sin Gobierno.