Para encontrar el origen de la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial hay que buscar el origen en Siria. Hace más de cuatro años el país vivió su propia Primavera Árabe. Por primera vez, el régimen de Bashar al Asad sintió que la población protestaba contras más de cuatro décadas de dictadura. El presidente sirio respondió con una brutal represión que se puede considerar el inicio de la guerra. Una guerra que dura cuatro años que ha provocado más de 250.000 muertes, más de la mitad de las víctimas son civiles, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos.
Las fronteras de Europa están viendo una parte del drama del país, la cara de los refugiados. Según las últimas cifras de ACNUR, ya superan los cuatro millones de personas. A pesar de la elevada cifra, ni siquiera es comparable al número de desplazamientos internos, personas que han abandonado sus hogares para huir de la guerra, que asciende a casi ocho millones de personas. Las autoridades europeas temen que el número de refugiados se eleve a tres millones más en los próximos meses por el recrudecimiento del conflicto por el apoyo militar al régimen.
Desde que comenzó la guerra, Siria ha sido el tablero estratégico de las potencias internacionales. El levantamiento popular fue alentado y apoyado por Estados Unidos. El propio Barack Obama aplaudió los vientos democráticos del mundo árabe, pero en Siria se jugaba el desequilibrio de Oriente Medio, eliminando un aliado de clave de Irán, Rusia y China. Limitado por las malas experiencias en Iraq y Afganistán, Obama trató de encontrar respaldo internacional en Naciones Unidas para aislar al régimen de Damasco. Sin embargo, la oposición de Moscú y Pekín en condenar a Al Asad evitó la caída del régimen.
Las potencias internacionales no contaron con la irrupción a finales de 2014 de un nuevo jugador en la zona. El Estados Islámico lanzó una ofensiva rápida en la zona fronteriza entre Siria e Iraq conquistando y estableciéndose en vastos territorios. Las pretensiones de avanzar hacia Damasco y Bagdad intensificó el enfrentamiento civil entre el régimen y la oposición. En un principio hubo hasta colaboración para derrocar a Al Asad, pero el ejército yihadista pronto estableció su califato del terror contra cualquiera que no compartiera sus creencias religiosas sea cual fuera el bando, ante la impasividad de la comunidad internacional.
Hasta hace poco las potencias mundiales no han comenzado a mover ficha de una manera interesada en el conflicto, mientras dejaba que Siria desangrara con la brutal represión de Al Asad. Rusia ha respondido con apoyo militar terrestre y aéreo cuando ha visto que el presidente sirio se ha vuelto a ver acorralado.
Según el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, los refugiados sirios podrían llegar a tres millones en los próximos meses debido a los bombardeos rusos sobre la región de Alepo, agravando la crisis humanitaria. Europa está demostrando no estar a la altura cuando la crisis ha estallado en sus fronteras y continúa debatiendo cómo atajar el problema. Pero meses atrás tampoco ofreció soluciones a un problema humanitario que se mantenía lejos de sus fronteras. Desde que comenzó el conflicto en Siria, aproximadamente el 90% de los desplazados se concentran en Turquía, Jordania y El Líbano. Los países hace meses que pedían ayuda porque se encontraban al borde del colapso.
Actualmente, Líbano acoge a unos 1,2 millones de refugiados de Siria, lo que equivale a alrededor de una de cada cinco personas de la población del país. Jordania acoge a unos 650.000 refugiados de Siria, lo que equivale aproximadamente al 10 por ciento de la población. Mientras Turquía acoge a 1,9 millones de refugiados de Siria, más que ningún otro país del mundo.
Desde el comienzo de la crisis de Siria se han ofrecido en todo el mundo 104.410 plazas de reasentamiento en total, lo que equivale a sólo el 2,6 por ciento de la población total de refugiados sirios de Líbano, Jordania, Irak, Egipto y Turquía.
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