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Chillida, el artista del diálogo

Chillida siempre ha sido un defensor del diálogo, también en los años más duros del País Vasco. Todas sus esculturas tienen la temática de la unión y la ligereza de la existencia frente a la eternidad. Él habla a través de su arte de la influencia de la naturaleza en la piedra y el acero, […]

Dirigentes Digital

29 ago 2022

Chillida siempre ha sido un defensor del diálogo, también en los años más duros del País Vasco. Todas sus esculturas tienen la temática de la unión y la ligereza de la existencia frente a la eternidad. Él habla a través de su arte de la influencia de la naturaleza en la piedra y el acero, y de la espiritualidad de nuestra vida en general. 

Eduardo Chillida es uno de los artistas españoles más apreciados en Alemania. El escultor, que murió en 2012, era al mismo tiempo arquitecto y ambientalista. Sus esculturas expresan, sobre todo, nuestra conexión con el entorno, la naturaleza y el cielo, combinando espacio y distancia, además del peso del acero y la piedra con lo ligero del aire.

Su obra monumental, dedicada a la reunificación pacífica de Alemania, fue inaugurada en 2001 en el centro de los jardines de la Cancillería Federal en Berlín y ya forma parte de la historia del país germano. Como todas las creaciones de Chillida, esta obra ha terminado encontrando su lugar. Durante su inauguración, el canciller Gerhard Schröder definió la escultura como "una de las obras más significativas en la trayectoria del artista".

El parque de Chillida, en Hernani, alberga en un terreno de 11 hectáreas, 20 esculturas monumentales como el “Peine del Viento”, escultura que cuenta con una réplica de gran tamaño en San Sebastián.

Diez de sus obras más pequeñas están dentro de una casa tradicional vasca, la Zabalaga, que se ha convertido en lugar de visita para los estudiantes de arquitectura por su espectacular reconstrucción. El parque del complejo, denominado Leku –“situación”, “posición”, “lugar” en vasco–, se asemeja a un cementerio moderno, por lo verde y tranquilo que es, además de la eternidad y melancolía que se percibe paseando entre sus esculturas y árboles. Este terreno también alberga las tumbas del artista, de su mujer y promotora, Pilar –madre de sus ocho hijos– y de su primer jardinero y amigo, Joaquín Goicoechea.

La importancia del lugar en la obra de Chillida

A veces, Chillida dedicaba semanas a determinar el destino de una obra. También negaba la venta de esculturas porque no le gustaba cómo y dónde los nuevos propietarios querían exponer la obra en cuestión. Las pérdidas económicas por esta decisión del artista, ha llevado a la familia a sufrir problemas financieros para mantener el museo abierto. Entre 2011 y 2019, tuvieron incluso que cerrar el parque para el público hasta que un gestor extranjero retomó las riendas.

Desde entonces, no ha cambiado nada de la idea original de Chillida. En Leku, todo está hecho desde el punto de vista de este singular escultor, que quería que la visita a sus obras fuera perfecta, independientemente de donde estuviera situado el visitante. La distancia y la perspectiva determinan sus creaciones, ya que el lugar, el contexto y la historia constituyen factores imprescindibles para entenderlas. Así, ni Schröder ni Chillida quedaron muy satisfechos con el emplazamiento inicial de la escultura dedicada a la reunificación alemana. Pensaron que su proximidad al edificio restaba vistosidad a la obra. Por ello, la escultura fue alejada del edificio y se colocó cerca de la puerta principal.

La exposición que se ofrece ahora en el parque Leku –dedicado a la amistad de Chillida con Joan Miró– también se basa en el contexto y las influencias del lugar en la obra de los dos hombres, pero también del tiempo que pasaron juntos en París. Viendo las obras de ambos artistas expuestas en el mismo escenario, se entiende por qué estos eran más apreciados fuera que dentro de España: eran visionarios de su tiempo. Mientras el arte abstracto se apreciaba mucho en Alemania en los ochenta, en nuestro país, muchos no entendían las obras de estos españoles tan influidos por la luz y el ambiente que vivían: Miró pintaba con la Costa Brava y Palma de fondo, mientras Chillida se inspiraba en el cielo gris de San Sebastián. Aunque las creaciones de este último son más monumentales que las de Miró, el artista catalán jugaba con la imaginación del espectador de la misma manera. Hasta noviembre se puede todavía visitar una colección de esculturas y pinturas del catalán en el Museo de Chillida que está al lado de San Sebastián, uno de los lugares más espectaculares a nivel de perspectivas, ambientes y espacios.

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