La década que termina deja la Unión Europea tambaleándose. Desafíos como la inmigración, la salida de Reino Unido de la Unión o la transformación digital ponen a prueba sus principios fundacionales. “La Unión Europea no ha pasado por su mejor momento en los últimos cinco años”, reconoce la directora de la Oficina del Parlamento Europeo en Madrid, María Andrés.
No obstante, hay que precisar que los retos que vienen no son tan distintos a los que deja atrás la década de 2010, sino más bien una consecuencia de ellos. La crisis de inmigración y económica ha sacado lo peor de los diferentes gobiernos nacionales, que “se han mirado demasiado al ombligo”, comenta Andrés: “Se han olvidado de que la Unión Europea es un proyecto de solidaridad”.
El descrédito que ha sufrido el proyecto ha venido generando desazón entre la ciudadanía y desconfianza, toda vez que en momentos de incertidumbre parecía deshacerse. “Cuando falla eso, dejamos de confiar en las instituciones”, aclara Andrés con respecto al valor de la solidaridad que hizo crecer la Unión Europea. Así, con el objetivo puesto en el bienestar de los ciudadanos, queda afrontar los debates pospuestos del siglo XXI desde un punto de vista más humanista, considera la experta en comunicación política Verónica Fumanal.
“La UE puede ser aquella institución que aborde de forma profunda debates del siglo XXI”, ilustra Fumanal. Entre ellos, más los mencionados, se encuentran también el terrorismo y la “batalla en el terreno económico”, dice Andrés. Este último punto requiere que la Unión Europea deje a un lado sus diferencias internas para lanzarse a competir en el terreno de la innovación.
Eso supone no sólo ser un líder tecnológico, sino “cambiar la manera en la que invertimos y nos organizamos”, con un ojo puesto en la despoblación rural, “que está afectando mucho a nuestro país”. La forma de enfrentar este desafío, según la principal portavoz del Parlamento Europeo en España, es invertir en innovación en los pueblos: “Orientar los fondos que tenemos para luchar contra esa despoblación de muchos lugares de España”.
En un plano más económico, el comercio también ha visto cómo las reglas han cambiado y, de hecho, ha embarcado a Estados Unidos y China en una carrera “que estamos perdiendo por la mano”, dice Andrés. Con respecto al cambio climático, la nueva Comisión Europea se ha propuesto ponerse al frente para afrontar el asunto, desde la convicción de que “no respeta fronteras”, amén de otros retos globales que requieren una “respuesta coordinada” por parte de todos los países europeos.
Impulso político
Por su parte, Fumanal no ignora que la política ha enturbiado el ambiente a la hora de afrontar estos retos. “Las guerras partidistas copan casi todo el espacio público”, comenta, y añade que la Unión Europea puede suponer “gran oportunidad de evitar las guerras que tenemos a nivel nacional entre los partidos”. Así, acusa que la política actual se encuentra “anclada en debates del siglo pasado”, de modo que los debates a nivel europeo pueden servir también para reconstruir el relato perdido de Europa.
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