El coronavirus COVID-19 ha puesto a prueba la capacidad de los países para comprar en China. Un país siempre difícil, la fábrica del mundo, donde cerrar cualquier transacción comercial nunca es sencillo. Y, mucho menos todavía, cuando aprietan las urgencias. En primer lugar, lo ideal es tener inteligencia comercial consolidada sobre el terreno. Muchas de […]
InternacionalDirigentes Digital
| 19 abr 2020
El coronavirus COVID-19 ha puesto a prueba la capacidad de los países para comprar en China. Un país siempre difícil, la fábrica del mundo, donde cerrar cualquier transacción comercial nunca es sencillo. Y, mucho menos todavía, cuando aprietan las urgencias.
En primer lugar, lo ideal es tener inteligencia comercial consolidada sobre el terreno. Muchas de las comunicaciones, negociaciones e informaciones deben hacerse en mandarín. Y, sobre todo, el mejor escenario siempre es tener un contacto directo con la fábrica.
Segundo, si resultara imposible comprar directamente a la fábrica, es imprescindible trabajar con un bróker de absoluta confianza. Es decir, asegurar que su precio de venta al cliente final no es varias veces el que cobra la fábrica. “Algunos broker, lamentablemente, han intentado cargar márgenes superiores al 100% del precio en fábrica”, señalan las fuentes consultadas por DIRIGENTES. La especulación, incluso, ha llegado al punto de crear mercados informales de futuros. Es decir, contratos de cien o quinientos respiradores comprometidos en una fecha concreta, que se encarecen cambiando de manos hasta llegar al consumidor final del producto.
En tercer lugar, los fabricantes deben estar dentro de las listas oficiales del gobierno chino, con todos los certificados al día. Si bien la demanda se ha incrementado exponencialmente, como es natural, no existe falta de suministro. La oferta, en China, es bastante amplia. Existen, homologadas, 62 fabricantes de respiradores. 301 de equipos protectores. De mascarillas, 1.425. Y de test del COVID-19, con licencia, operan actualmente 23.
Cuarto, es imprescindible contar con respaldo institucional, más aún en un país como China. Imaginemos que una fábrica de mascarillas solamente produce cien mil unidades al día, pero tiene pedidos por diez millones, realizados por diferentes clientes. Aquellos con respaldo institucional, en ocasiones solamente se puede comprar enseñando antes la carta de una embajada, siempre van a tener prioridad sobre cualquier otro intermediario privado.
Y, en quinto lugar, se hace necesario contar con recursos humanos suficientes para garantizar todo el proceso. Se han dado casos de “asaltos” en carretera, con la mercancía camino del aeropuerto, para enviarla a otros países distintos. La normativa de empaquetado, también, cambia con cierta frecuencia (por lo que conviene tener gente en las fábricas, chequeando los paquetes, para poder pasar la aduana). Y, por qué no, para comprobar de paso las calidades.
En resumen, es posible comprar en China, incluso bajo circunstancias de bastante presión. Solamente se necesita saber cómo hacerlo. E invertir los recursos necesarios, a ser posible sobre el terreno, para que nada falle. En este sentido, la Cámara Oficial de Comercio de España en China, entre otras instituciones nacionales, han dado soporte a varias iniciativas para hacer llegar material sanitario a nuestro país en el marco de la lucha contra el COVID-19.