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La escasez de chips, el nuevo petróleo

La industria de la tecnología se encuentra en un punto crítico. Esta crisis afecta a más de 169 industrias y, como resultado, muchos productos populares escasean. De no solucionarse a corto plazo, los consumidores podrían ver cómo los precios de los mismos suben. Nadie da una fecha exacta de cuándo podría acabar este problema que […]

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Dirigentes Digital

11 nov 2021

La industria de la tecnología se encuentra en un punto crítico. Esta crisis afecta a más de 169 industrias y, como resultado, muchos productos populares escasean. De no solucionarse a corto plazo, los consumidores podrían ver cómo los precios de los mismos suben. Nadie da una fecha exacta de cuándo podría acabar este problema que afecta a la economía global.

¿Cómo se ha llegado a esta crisis mundial?

Los chips son como el cerebro de nuestros aparatos eléctricos. Son pequeñas maravillas tecnológicas que albergan miles de millones de transistores en su interior. El tamaño del chip puede variar y su construcción implica múltiples pasos, días (a veces meses) y expertos disponibles. Por ejemplo, el chip más nuevo de IBM tiene 50.000 millones de transistores en un espacio de dos nanómetros.

Estos chips son usados en el día a día, en automóviles, lavadoras, teléfonos inteligentes, frigoríficos, cepillos de dientes eléctricos, videoconsolas o respiradores de hospitales e incluso en aviones de combate.

La causa de la crisis mundial de la escasez de suministro de chips es una combinación de diferentes factores, siendo la pandemia de COVID-19 la razón principal. Con la gente en casa por el coronavirus en 2020 se produjo un aumento explosivo de la demanda de distintos dispositivos electrónicos de consumo personal (como ordenadores, tabletas o teléfonos) para mantenerse en contacto, trabajar y entretenerse. El aumento fue tal que, en cuarto trimestre de 2020, las ventas de ordenadores personales experimentaron un crecimiento del 26,1% con respecto al año anterior.

Al inicio de la pandemia “el mundo se paró” y las instalaciones de producción de chips echaron el cierre, lo que hizo que los suministros necesarios para la fabricación de estos semiconductores no estuvieran disponibles durante meses y esto provocó que el stock se agotara. La necesidad de la población se disparó más allá de lo que los fabricantes podían ofrecer. Y a medida que la COVID avanzaba por Asia, los puertos cerraron, algunos durante meses, entre ellos el puerto de Yantian en China por donde pasa alrededor del 90% de los productos electrónicos del mundo. Y cuando volvieron a abrir, surgieron cuellos de botella debido a la acumulación de artículos que esperaban ser enviados. También cuando reabrieron las fábricas de chips había escasez de mano de obra. La COVID demostró que la cadena de suministro global de semiconductores es frágil e incapaz de reaccionar rápidamente a los cambios en la demanda.

La respuesta a esta crisis podría estar en construir más fábricas para crear estos chips, pero es que el coste de una puede alcanzar los 10.000 millones de dólares, un precio que es prohibitivo para la mayoría de las empresas. Es por ello que no hay muchas plantas de fabricación de semiconductores a nivel global y las que estaban en funcionamiento durante la pandemia estuvieron sujetas a una serie de eventos climáticos desafortunados que retrasaron aún más el proceso de fabricación. Por ejemplo, la planta japonesa de Renesas, que produce casi un tercio de los chips utilizados en los automóviles de todo el mundo, resultó gravemente dañada por un incendio, mientras que las tormentas invernales en Texas obligaron a algunas de las únicas plantas de chips de Estados Unidos a detener la producción. La elaboración de estos semiconductores también requiere mucha agua “ultrapura” para limpiar las fábricas y obleas (las instalaciones de la taiwanesa TSMC utilizan más de 63.000 toneladas de agua al día, más del 10% del suministro de dos embalses locales) y la sequía severa en Taiwán también ha afectado la producción aquí.

La industria automotriz, la más afectada

Las malas decisiones del sector automotriz al inicio de la pandemia también se sumaron a la escasez de semiconductores en este sector. Cuando comenzó la COVID, las empresas estadounidenses de vehículos tuvieron que cerrar sus fábricas durante ocho semanas para ayudar a detener la propagación del virus y muchas cancelaron sus pedidos de chips porque asumieron, incorrectamente, que las ventas bajarían ya que la economía “estaba a punto de sufrir un golpe prolongado”. También algunas empresas de repuestos cancelaron sus pedidos, por lo que las fábricas de chips decidieron hacer un cambio en su producción y fabricar semiconductores para productos de consumo, como ordenadores o tabletas, intentando satisfacer así la demanda explosiva de estos aparatos causada por la pandemia. Habiendo rediseñado sus plantas para fabricar chips para bienes de consumo en lugar de automóviles, se produjo una gran escasez de circuitos integrados para los vehículos.

Ahora la industria automotriz está soportando la peor parte del déficit y se estima que los fabricantes estadounidenses producirán al menos entre 1,5 y 5 millones de automóviles menos este año. Incluso Tesla revisó su propio software para admitir chips alternativos para mantener sus niveles de producción.

El mayor fabricante de automóviles de Estados Unidos, General Motors, suspendió la producción durante varias semanas en septiembre de este año, en total 8 plantas de América del Norte afectadas, y ha tenido que estacionar miles de vehículos que están terminados pero aún no tienen instalados los chips necesarios antes de ponerlos a la venta. Ford detuvo su producción durante una semana en septiembre en las líneas de sus camionetas pickup F-150, las más vendidas, debido a la escasez de chips, y comunicó que sus ventas de agosto en Estados Unidos bajaron un 33%. Otras como Volkswagen recortaron su producción mundial en septiembre. Nissan dijo que fabricará 500.000 vehículos menos debido a la escasez de semiconductores y cerró su fábrica de Tennessee durante casi un mes este verano. Y Toyota, el mayor fabricante de automóviles del mundo por volumen, recortó la producción mundial de septiembre en un 40% con respecto a su plan anterior.

La fabricación de vehículos eléctricos es otro de los factores que agravan la escasez de chips ya que necesitan muchos más. Por ejemplo, un Ford Focus generalmente usa aproximadamente 300 chips, mientras que uno de los nuevos vehículos eléctricos de Ford puede tener hasta 3.000 chips. Es por ello que se ha comenzado a retrasar la producción de algunos vehículos eléctricos populares.

Esta situación también está afectando al precio de los automóviles. Los compradores se enfrentan a picos de precios persistentes e impensables. El precio promedio de un vehículo nuevo vendido en EE.UU. en agosto de este año costó casi 8.200 dólares más que hace dos años, según la empresa de análisis de datos J.D. Power. Y ese mismo mes las ventas de vehículos nuevos en los EE. UU. cayeron casi un 18%, principalmente debido a la escasez de suministro. Los fabricantes informaron que los concesionarios estadounidenses tenían menos de 1 millón de vehículos nuevos en sus lotes en agosto, un 72% menos que en agosto de 2019.

Aparte de las automovilísticas, las empresas de electrónica de consumo como Apple y Samsung a pesar de que comenzaron a almacenar chips desde el principio de la pandemia evitando los inmensos retrasos que enfrenta la industria automotriz, también podrían experimentar retrasos en los próximos meses. Las Xbox y Playstations ya escasean en el mercado y Apple anunció que espera que la escasez de semiconductores posponga la producción del iPhone y que afecte a las ventas de iPads y Macs.

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