Martina Merz ha trabajado durante mucho tiempo para Bosch, una empresa alemana de alta ingeniería que parece aguantar cualquier crisis. Así, la mujer de 58 años sabe cómo crear valor para el cliente y el accionista en tiempos difíciles. Su especialidad es el sector del automóvil – el cliente más importante del acero hasta ahora. […]
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| 02 feb 2022
Martina Merz ha trabajado durante mucho tiempo para Bosch, una empresa alemana de alta ingeniería que parece aguantar cualquier crisis. Así, la mujer de 58 años sabe cómo crear valor para el cliente y el accionista en tiempos difíciles. Su especialidad es el sector del automóvil – el cliente más importante del acero hasta ahora. Ella ha entendido y asumido que la conversión de la economía a una producción climáticamente neutra también es una oportunidad de negocio para Thyssen-Krupp, el grupo de industria pesada más importante de Alemania y uno de los más contaminantes hasta ahora. Su división de acero causa una cuarta parte de las emisiones en el área del Ruhr en Alemania donde está situado el grupo.
Desde hace algún tiempo, la palabra mágica “acero verde” estimula el optimismo en Thyssen-Krupp. La idea de que el hidrógeno sustituya al alto horno de carbón es muy apetecible pero no todos los expertos la ven viable a corto plazo. La renovación no es fácil y costará mucho dinero. Merz, jefa de Thyssen-Krupp desde 2019, sin embargo, es optimista sobre este reto, aunque es consciente de que tales transformaciones, naturalmente, crearán miedos entre los más de 100.000 empleados y también en la sociedad.
La transición verde y 0 emisiones con el actual nivel de consumo y precios de la energía no será fácil, cree el físico español Antonio Turiel: “No podemos producir tanto hidrógeno verde con el ritmo de consumo que tenemos ahora”. El problema es, según él, que en el proceso de creación ya se pierde la mitad de energía por la complicada electrólisis. Solo para la producción de acero, el grupo industrial necesitaría 3200 turbinas eólicas propias que por sí mismo suponen otra vez un gran despilfarro de material y energía. Pero el gobierno alemán, también el nuevo de tripartito, mantiene su apuesta por esta fuente de energía, mientras otros países siguen con energía nuclear como alternativa.
La costosa conversión hacia la neutralidad climática golpea a Thyssen-Krupp en medio de una reestructuración y en una fase en la que el antiguo icono industrial busca una ruptura en el negocio del acero. Merz sabe que los futuros coches ya serán eléctricos y se necesitará cada vez menos acero porque el transporte que se nutre de energía verde necesita material más ligero y a largo plazo habrá menos vehículos circulando.
Por no reconocer estos hechos muchos hombres ejecutivos en Thyssen-Krupp han tenido poco éxito en el intento de reorganizar el grupo industrial. Algunos han caído por su propio ego, no sabían reconciliar o llegar a compromisos con los poderosos accionistas y sindicatos como Merz. Era más importante su bonus actual que el bien de todo el grupo.
Quizás después de Angela Merkel la jefa de Thyssen-Krupp es ahora mismo la mujer más poderosa de Alemania. Nacida en 1963, estudió ingeniería mecánica en la Universidad DHBW de Baden-Württemberg. Desde 1985 trabajó en diferentes posiciones de dirección en Robert Bosch GmbH donde siempre ha sido muy consciente de los temas sobre sostenibilidad. Pero la diferencia entre Bosch y donde Merz trabaja es el hecho de que Thyssen-Krupp cotice en bolsa. Desde hace dos años la ingeniera siente la presión de los mercados e inversores agresivos con constantes rumores sobre ventas y compras.
Al mismo tiempo, sufre la presión de los sindicatos cuyo poder es para nada comparable con el de los trabajadores en España. Merz tenía que despedir en estos dos años a miles de personas y amortizar muchas secciones de negocio no rentables para poder mantener otras y así se lo ha explicado a los sindicatos.
El resultado del trabajo de reestructuración de Merz está ya en la mesa: para el año fiscal 2021/22 que siempre empieza en octubre se espera un beneficio de mínimo 1.000 millones de euros. Gran parte de los ingresos vendrán de la venta de activos. Está prevista la salida a bolsa de la sección de acero y las ventas de más activos. Se ha vendido la sección más rentable que es la de los ascensores, aunque los sindicatos al principio no estaban de acuerdo.
Con este dinero se puede financiar que unidades como Uhde Chlorine Engineers (UCE) se puedan concentrar en la construcción de plantas de producción de hidrógeno verde. Merz acaba de anunciar también que sacará a bolsa parte de esta empresa que posee junto con la italiana De Nora para financiar este ambicioso plan. Analistas calculan que UCE puede tener un valor de entre 3 y 6 mil millones de euros, mientras todo el grupo Thyssen-Krupp no se estima ahora mismo ni en 7.000 millones de euros en bolsa.
Desde hace un año la acción ya sufre menos porque va mejor el negocio de Thyssen-Krupp en general. En su año fiscal, desde octubre de 2020 hasta septiembre de 2021, la compañía registró pedidos entrantes de 39.600 millones de euros, lo que supone un aumento del 41 por ciento. Las ventas aumentaron en un 18 por ciento. Y el beneficio antes de impuestos e intereses fue de poco menos de 800 millones de euros después de una pérdida de casi 1.800 millones de euros en el año anterior.
En particular, el negocio de materiales se benefició de los crecientes volúmenes de ventas y los precios al alza. “Después de dos buenos años de intensa transformación podemos decir hoy: la inversión de la tendencia es reconocible, Thyssen-Krupp va en la dirección correcta”, dice Merz ante los accionistas. Por lo menos el gigante por fin se mueve, creen los analistas. Así no sorprende que la acción haya ganado en un año más que el 60% en valor después de mínimos históricos.