Un acuerdo ambicioso sin aranceles ni cuotas para los bienes británicos que lleguen al Mercado Único de la UE. Un acuerdo comercial que permita el libre flujo de servicios y trabajadores. Estas son las tres claves sobre las que pivota la oferta de Bruselas a Reino Unido para un acuerdo de libre comercio a partir […]
InternacionalDirigentes Digital
| 12 feb 2020
Un acuerdo ambicioso sin aranceles ni cuotas para los bienes británicos que lleguen al Mercado Único de la UE. Un acuerdo comercial que permita el libre flujo de servicios y trabajadores.
Estas son las tres claves sobre las que pivota la oferta de Bruselas a Reino Unido para un acuerdo de libre comercio a partir de 2021, cuando sus relaciones económicas dejarán de estar reguladas por las normas comunitarias. Ambas partes se sentarán a negociar a partir del 3 de marzo y ambas partes, también, ya afilan sus armas y comienzan a desarrollar sus estrategias.
Toda la ambición del mundo no puede ocultar una realidad, el acuerdo que ofrece la UE a Reino Unido debe comprender una apertura del mercado, un acceso y control mutuo sobre los datos, personales, de propiedad intelectual o en Internet, y una equivalencia para los servicios financieros que sea proporcional, “para respetar un terreno de juego justo”, según el negociador de la UE, Michel Barnier, que insiste en la necesidad de garantizar “la estabilidad financiera del continente y de la zona euro”.
Estas son las bases de la oferta que Bruselas ya plantea extraoficialmente a Londres, a través del mandato negociador propuesto, del reciente debate en el Parlamento Europeo y a la espera de que el Consejo Europeo lo apruebe. No habrá un status especial para la City londinense para sortear restricciones sin un acuerdo en todos los ámbitos. “Que no se engañen”, señala Barnier.
El terreno de juego justo, o level playing field, choca con las ambiciones del gobierno británico. Michael Gove, su número dos, ha anunciado que impondrán barreras comerciales a las exportaciones europeas en cuanto concluya el periodo de transición post-brexit. Es decir, a partir de 2021.
“Inevitables” controles aduaneros, nuevos requisitos para alimentos o productos de origen animal y certificados de seguridad para las importaciones que lleguen desde el continente. Si las advertencias de Gove se materializan, Reino Unido puede despedirse de un acuerdo de libre comercio o una amplia asociación económica.
Presión política o ingenuidad, analizan en Bruselas los dirigentes comunitarios. Pero la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, advierte al gobierno de Boris Johnson que no está para juegos. “Me quedé algo sorprendida al escuchar que el primer ministro del Reino Unido habla de modelo australiano. La UE no tiene ningún acuerdo comercial con Australia”.
El bloque comunitario y su socio del Pacífico comercian de acuerdo a las reglas de la OMC, aunque ambas partes han mostrado su disponibilidad para sondear la apertura de negociaciones. Australia ve que Japón, Corea del Sur o Vietnam ya gozan de un acceso privilegiado al mayor mercado único del planeta.
Un ‘modelo australiano’, bajo las normas de la OMC, implicaría, por ejemplo, que a partir del 1 de enero de 2021, cuando se acabe la transición post brexit que mantiene al Reino Unido durante este año bajo las reglas de la Unión Aduanera y del Mercado Único, las mercancías británicas que entrasen en la UE pagarían el IVA en las aduanas situadas en las fronteras de los Estados Miembros. Una situación de doble sentido.
La gran patronal del Reino Unido, la Confederation of British Industry (CBI), estima que el 90% de los bienes exportados al mercado único comunitario tendrían que pagar una tarifa aduanera, como mínimo un 4% de su valor. La CBI ya ha alertado al gobierno Johnson que los productos agroalimentarios, los vehículos y componentes automovilísticos o los bienes textiles sufrirían tarifas “significativamente más altas”.
Reino Unido era el segundo país de la UE que más servicios exportaba al resto de los socios comunitarios, sólo por detrás de Alemania, por un valor de 134.000 millones de euros en 2017 según cifras de Eurostat, la agencia estadística comunitaria. La cifra suponía algo más del 40% del comercio británico en ese ámbito. Más allá de las tarifas aduaneras y los impuestos a los bienes, este es el sector que más quebraderos de cabeza puede generar a Londres si tensa tanto la cuerda en las negociaciones con la UE que finalmente se rompen y el post brexit acaba en relaciones regidas por las normas de la OMC.
“No habrá una equivalencia permanente ni general en los servicios financieros”, avisa Barnier a los Johnson y Gove. Y esto significa que los bancos, aseguradoras y las firmas de inversión perderán sus licencias para operar con clientes europeos desde Reino Unido. Todo un desafío para la City londinense.