“La inversión ESG no es una moda y ha llegado para quedarse “es algo más que habitual, y desde UBS AM estamos convencidos de que esta premisa se cumplirá, sobre todo en el medio y largo plazo. Los activos favorables a la inversión ESG se consolidarán en los próximos cinco a diez años, a medida […]
“La inversión ESG no es una moda y ha llegado para quedarse “es algo más que habitual, y desde UBS AM estamos convencidos de que esta premisa se cumplirá, sobre todo en el medio y largo plazo. Los activos favorables a la inversión ESG se consolidarán en los próximos cinco a diez años, a medida que se invierte cada vez más en empresas sostenibles, lo que hará subir el precio de estos activos. De esta manera, esto puede crear una ventaja para aquellos inversores que aplican criterios sostenibles en sus carteras.
Asimismo, pensamos que todas las empresas van a ir en esa dirección, ya sea por razones financieras o regulatorias. Y el mercado, evidentemente, valorará con precisión el riesgo de catástrofes medioambientales o el riesgo de mala praxis empresarial.
A la hora de analizar qué criterios tienen en cuenta la inversión socialmente responsable, se suele hacer un especial hincapié en la "E" de ESG, enfocada en cuestiones medioambientales. No obstante, los criterios ESG también incluyen la responsabilidad social (S), como la diversidad de la mano de obra y los derechos humanos y, por su parte, la gobernanza (G), que abarca cuestiones como la compensación de los directivos, los derechos de los accionistas y la transparencia. Así pues, los inversores deberían tener en cuenta los tres factores en lugar de enfocarse en uno solo de los factores ESG.
En este sentido, las empresas que proporcionen más información sobre sus potenciales riesgos con respecto a las cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza, particularmente sobre la regulación gubernamental, darán al inversor más información para construir un marco más preciso de lo que es el riesgo y la rentabilidad esperada y el valor justo para la empresa. Y como consecuencia, creemos que los inversores que tienen una especial aversión al riesgo podrían beneficiarse de la inversión ESG, independientemente de sus preferencias en esta materia. Es posible que en los próximos años al ESG permita obtener algunas ventajas adicionales para los primeros en adoptarla debido a la escasez de estos activos.
Un reto importante para los inversores sostenibles hoy en día es el hecho de que los estándares de mejores prácticas están en continua evolución y el punto de referencia se reajusta continuamente cada año para las prácticas de liderazgo y sostenibilidad, lo que crea nuevas tendencias a las que prestar especial atención.
En primer lugar, en pocos años hemos pasado de pensar en la sostenibilidad en términos de exclusión a enfocarnos en el impacto de sus inversiones. Es decir, hemos pasado de los productos estándar a la personalización. Se trata de una tendencia que afecta a todo el sector, no sólo a la sostenibilidad. Pero también hay un cambio de mentalidad en cuanto a los criterios ESG pasando de un mero enfoque de gestión de riesgos a la búsqueda activa de Alfa. Así que, ¿Cómo podemos elegir temas de sostenibilidad que puedan ser impulsores de la rentabilidad de la cartera?
En segundo lugar, nos encontramos ante la tendencia de la titularidad activa. Desde UBS AM estamos ampliando nuestros objetivos, no sólo en lo que respecta a la cooperación con las empresas y el voto en las juntas generales de accionistas, sino también pensando en el tipo de papel que podemos desempeñar para influir positivamente en las decisiones de las empresas en las que invertimos. Hace relativamente poco, las compañías del sector financiero se han esforzado por mantenerse apolíticas argumentando que se trata de entidades legales gestionadas en pro de los intereses de los accionistas. Sin embargo, en los últimos años, las empresas han adoptado posiciones más enfocadas en los valores. ¿Qué significa esto para el futuro de la sostenibilidad? Esperamos seguir siendo testigos de este proceso de humanización a medida que las organizaciones se esfuerzan más por definir su propósito y alinearlo con sus valores.
En tercer lugar, los gobiernos y organizaciones internacionales se están implicando cada vez más. Por ejemplo, en la pasada cumbre del clima COP26, celebrada en Glasgow en noviembre de 2021, casi 200 países acordaron acelerar sus acciones para frenar el cambio climático esta década, con el objetivo de mantener viva la posibilidad de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados.
Además, la iniciativa “Net Zero Asset Owner Alliance”, un grupo internacional de 60 inversores institucionales con más de 10 billones de dólares de activos bajo gestión, está desarrollando un plan para la transición de las carteras de inversión a emisiones de gases de efecto invernadero para 2050. El grupo ha puesto especial énfasis en la iniciativa, planteando una serie de objetivos cuantitativos intermedios ambiciosos.
En conclusión, desde UBS AM pensamos que todas estas tendencias servirán de catalizador para marcar el ritmo de la transición a una economía baja en carbono.