A principios y mediados de la década de los 70, EE. UU. experimentó dos eventos de escasez por el lado de la oferta. El clima inusual provocó un aumento en los precios de los alimentos y, unos años más tarde, los precios del petróleo se cuadriplicaron tras el embargo petrolero de la OPEP. La inflación […]
A principios y mediados de la década de los 70, EE. UU. experimentó dos eventos de escasez por el lado de la oferta. El clima inusual provocó un aumento en los precios de los alimentos y, unos años más tarde, los precios del petróleo se cuadriplicaron tras el embargo petrolero de la OPEP. La inflación se disparó a niveles de dos dígitos y continuó con tasas de interés excepcionalmente altas, de hasta el 14% en 1981, provocando un frenazo económico que duró tres años a principios de los 80. Ahora el crecimiento se está desacelerando, lo que ha suscitado temores de que nos enfrentemos a un período de estanflación, es decir, estancamiento económico y alta inflación.
Cincuenta años después, la Fed de Powell, reelegido para un segundo mandato esta semana, se enfrenta a un problema similar. Y como “prometió” en su momento que mantendría a cero los tipos oficiales hasta que finalice el programa de compra de activos a mediados de 2022, el mercado empieza a descontar tres aumentos de tipos inmediatamente después, para junio, septiembre y diciembre (hace una semana se esperaban sólo dos subidas y esta semana ya son tres). Es evidente que la narrativa de inflación transitoria va perdiendo peso y todo parece indicar que aún no ha llegado lo peor.
El alto crecimiento del salario, el coste de la vivienda en EE. UU., los altos precios de la energía con EE. UU. liberando parte de sus reservas estratégicas para controlar el precio del petróleo, incluso el Plan de infraestructura de $ 1,1 billones que acaba de aprobar el Congreso norteamericano añaden más leña a este fuego llamado inflación. Y en este sentido, las divergencias en los mensajes de la Fed y BCE están generando movimiento en los mercados. El Banco Central estadounidense es posible que acelere la retirada de estímulos mientras que desde el Banco Central Europeo se asegura que continuarán las políticas expansivas durante los próximos meses. Esto ha generado movimientos en la renta fija, situando la rentabilidad del bono americano a diez años en 1,63%. Pero es en el movimiento del tipo de cambio EUR/USD donde se ha reflejado de manera más abrupta estas divergencias entre ambos bancos centrales alcanzando niveles de 1,125. Recordemos que el tipo de cambio del EUR/USD comenzó el año cotizando 1,222 lo que significa una apreciación del dólar frente al euro de aproximadamente 8%.
Los últimos datos siguen reflejando presión al alza en los precios a nivel global (en la Eurozona alcanzó el 4,9% interanual a noviembre). Y los bancos centrales comienzan a repensar su estrategia. Hace unos meses los banqueros centrales decían que se trataba de un repunte de inflación transitorio. Pero su nivel de convicción en esa teoría se va desvaneciendo. A los aspectos “temporales” (efecto base o cuellos de botella) comienzan a añadirles factores de carácter más cíclico (presiones salariales) que llevan a pensar que la inflación ha llegado para quedarse. Muchos clientes preguntan cuánto durará y en qué nivel se podría estabilizar la inflación a medio plazo. Y la respuesta es sencilla, aunque poco clarificadora: todo dependerá de las medidas que se adopten. Si los tipos de interés reales negativos se mantienen en el tiempo, no será fácil que el proceso inflacionista se detenga. Los bancos centrales se encuentran ante un escenario nada fácil, que exigirá un análisis detallado de la relación coste-beneficio de las diferentes alternativas. Su estrategia de esperar y ver… no ha dado resultado. Son muchos los que piensan que un posible parón derivado de la propagación de la variante Omicrom les podría ayudar. Pero sería sólo temporalmente… ya que la segunda derivada de nuevos cierres sería una mayor presión inflacionista a medio y largo plazo. 2022 promete ser muy interesante.