La pandemia de la Covid-19 puso fin de forma abrupta al ciclo crediticio de largo plazo que nos había acompañado. Este final nos ha permitido entrar en la fase de recuperación del ciclo, que suele ser el mejor momento para los inversores en bonos corporativos. Las empresas recaudaron efectivo, ampliaron los vencimientos, empezaron a recomprar […]
La pandemia de la Covid-19 puso fin de forma abrupta al ciclo crediticio de largo plazo que nos había acompañado. Este final nos ha permitido entrar en la fase de recuperación del ciclo, que suele ser el mejor momento para los inversores en bonos corporativos. Las empresas recaudaron efectivo, ampliaron los vencimientos, empezaron a recomprar bonos caros que estaban en circulación (subastas de bonos) y, lo que es más importante, se están centrando en el desapalancamiento y en el aumento de los flujos de caja. Todos ellas son tendencias que favorecen a los tenedores de bonos. El pago de dividendos y los programas de recompra de acciones han pasado a ser una segunda prioridad para las compañías. Durante una fase de recuperación del ciclo crediticio, los bonos corporativos tienden a comportarse con fuerza y los diferenciales suelen reducirse.
En marzo, la Reserva Federal hizo un gran anuncio para el mercado de crédito: decidió apoyar a las empresas proporcionando liquidez al mercado de bonos corporativos en circulación a través de una línea de crédito en los mercados primario y secundario. En otras palabras, la FED comenzó a comprar bonos corporativos con calificación de grado de inversión y también bonos con calificación BB, que hubieran recibido una reciente rebaja de rating, los conocidos como “ángeles caídos”, y que tuvieran un vencimiento de hasta cuatro años. Esto ha eliminado en gran medida la dislocación del mercado que observamos en el primer semestre de 2020 y ha garantizado que las empresas puedan refinanciarse a los niveles actuales. Si la incertidumbre volviera a aumentar, la Reserva Federal podría restablecer fácilmente la confianza intensificando sus actividades en el marco de las facilidades de crédito del mercado primario y secundario. Por lo tanto, cualquier ampliación de los diferenciales debería resultar modesta y las condiciones de liquidez deberían seguir siendo favorables.
El BCE sólo está comprando bonos corporativos con al menos una calificación de grado de inversión, nada de bonos con calificación de alto rendimiento. Actualmente, las empresas en Europa pueden refinanciarse con bastante facilidad a través de los mercados de capitales. Tengan o no tengan calificación crediticia de alto rendimiento, la mayor parte de las compañías tienen acceso al mercado de bonos corporativos con rendimientos muy bajos. Por lo tanto, no esperamos que el BCE anuncie la compra de “ángeles caídos” a corto plazo. Sin embargo, en caso de que los mercados experimenten una volatilidad, similar a la de la Fed, el BCE podría comprar temporalmente bonos que hayan perdido su calificación de grado de inversión en medio de la recesión de la Covid-19. Esto sería una medida útil si las tasas de impago resultan ser más altas de lo esperado. Una medida que limitaría el arrastre de las rebajas de rating y un posible reto para refinanciar los próximos vencimiento.
El nivel de rebajas de calificaciones crediticias se ha reducido justo en un momento en el que los factores técnicos siguen apoyando a los bonos corporativos mundiales, ya que la demanda de crédito sigue siendo elevada. Un fenómeno que no es nuevo, pero que se refuerza a medida que los rendimientos mundiales siguen bajando y algunos inversores se quedan sin ideas de inversión. De hecho, se pueden esperar más subidas de rating en los próximos meses, lo que alberga un importante potencial de rentabilidad para los inversores que sepan elegir los bonos adecuados. Especialmente es gratificante la detección de bonos que no están dentro del grado de inversión, como los BB- y que estén a punto de ser actualizados al alza, ya que esto permite captar el estrechamiento de los diferenciales de estas potenciales “rising stars” en una fase temprana.
Al captar estas “estrellas ascendentes” antes de la mejora de la calificación, los inversores reciben, por término medio, una reducción del diferencial de unos 100 puntos básicos. Además, la categoría BB es atractiva para los inversores que buscan rentabilidad, ya que actúa como un “refugio seguro” para los inversores de bonos de alto rendimiento en tiempos de volatilidad del mercado, pero ofrece más margen en comparación con los bonos de mayor calificación BBB.
En 2020, muchas empresas emitieron una cantidad masiva de bonos para aumentar su liquidez. Las condiciones eran favorables, ya que el apetito por los nuevos bonos era elevado y los costes de los tipos de interés históricamente bajos. En EE.UU., por ejemplo, esto dio lugar a un número récord de nuevas emisiones de unos 1,9 billones de dólares. Sin embargo, dado que la atención se está desplazando hacia el saneamiento de los balances, muchas empresas utilizarán ahora sus fondos para desapalancarse. Por lo tanto, la expectativa para 2021 es que las nuevas emisiones sean mucho más bajas (hasta un -35%), lo que crea un efecto de escasez.
Además, para el mercado de los bonos corporativos, la actividad de los bancos centrales implica que el aumento de las compras de bonos corporativos reduce tanto el stock como el flujo disponible para los inversores. Además, se producirá un creciente efecto de expulsión de los inversores tradicionales en deuda pública, debido a los tipos bajos y negativos. Se calcula que el conjunto de todos los bonos denominados en euros que los inversores pueden mantener se reducirá en 759.000 millones de euros en 2021, ya que el BCE comprará una gran parte del mercado.