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Opinión

Anticiparse para vencer

Nintendo fue fundada en el siglo XIX, en 1889 concretamente. En sus inicios, hace más de 130 años, la compañía japonesa fabricaba cartas de juego. Siete décadas después diversificó su negocio abriendo nuevos mercados más relacionados con el juego, que evolucionó gracias a la tecnología para entrar de lleno en el terreno de los videojuegos. […]

Dirigentes Digital

30 jun 2020

Nintendo fue fundada en el siglo XIX, en 1889 concretamente. En sus inicios, hace más de 130 años, la compañía japonesa fabricaba cartas de juego. Siete décadas después diversificó su negocio abriendo nuevos mercados más relacionados con el juego, que evolucionó gracias a la tecnología para entrar de lleno en el terreno de los videojuegos. Creó la videoconsola más vendida de su época y a día de hoy aún es una de las que más éxito ha tenido en la historia. Nintendo supo ver el futuro. Atravesó numerosas épocas de crisis, y es todo un ejemplo de perseverancia y visión de negocio. El éxito es para los que se anticipan al futuro. Así a día de hoy sigue liderando el mercado de venta de consolas mundiales con su último modelo.

Al igual que la compañía nipona, las empresas necesitan reinventarse continuamente si quieren sobrevivir, por lo que deberán estar en un proceso continuo de detección, análisis e implementación de iniciativas de anticipación y adaptación. Para conseguirlo será necesaria una continua transformación digital.

En épocas de crisis, las dinámicas convencionales generan menos oportunidades de venta y además la competencia se vuelve más agresiva, lo que contribuye aún más a reducir los beneficios. Las compañías muchas veces se ponen en “modo supervivencia”. Eso provoca que las empresas se enfocan en una estrategia de reducción de costes para sobrevivir. Sin embargo, otras compañías siguen manteniéndose alerta para localizar oportunidades que surgen en el nuevo escenario, dedicando grandes esfuerzos e inversión a encontrar formas imaginativas de captar esas nuevas oportunidades. Las oportunidades pueden ser muy visibles y en ocasiones solo percibirse a través de débiles señales difíciles de captar. Es necesario saber diferenciar la señal del ruido y sobre todo es diferencial moverse con rapidez y ser capaces de adaptarse a la nueva situación antes que los demás. En este punto la tecnología es clave para conseguir que una empresa sea más eficiente y flexible.

Los procesos tradicionales de innovación son a menudo demasiado largos, partiendo de una fase de descubrimiento hasta que alguna de las ideas se convierte en un producto o servicio que llega al mercado. Si es que llega. Se invierte mucho tiempo y esfuerzo para algo que no siempre tiene éxito. Los procesos de innovación deberán tener una gestión ágil con procedimientos flexibles, descentralización de decisiones y madurez tecnológica. De otra manera se producirá una respuesta desorganizada y lenta, quedando en desventaja en un mercado cada día más voraz, infiel y exigente. ç

Es preferible adoptar un proceso iterativo, acelerando la innovación mediante la reutilización del conocimiento y aprovechando las ventajas que ofrece la tecnología. La tecnología te da velocidad. Te permite reaccionar más rápido a los cambios. Te facilita crear la capacidad de adaptación que permita enfrentarse a entornos impredecibles y altamente cambiantes. Y las empresas que lideran su sector lo saben, porque saben que lo más costoso es ser lento. Vinimos en un mundo en el que la velocidad te aporta una ventaja competitiva mayor que la precisión. La tecnología no solo ayuda a construir soluciones a problemas. También permite hacer mejores preguntas. Permite hacer fáciles las cosas complejas, reduciendo los ciclos de llegada al mercado de nuestros productos, de nuestras nuevas ofertas, de nuestras ideas.

Tener la conciencia y destreza por adoptar las nuevas tecnologías no es sencillo. Requiere saber combinar lo antiguo con lo nuevo. Muchas compañías experimentan con novedosas tecnologías que no son capaces de integrar en sus infraestructuras anticuadas y complejas. La tecnología deberá estar presente en todos los procesos y en toda la cadena de valor, no sólo en los procesos productivos y comerciales de las compañías, sino las áreas avanzarán a distintas velocidades y se acabará lastrando la capacidad de cambio.

La crisis actual pondrá de manifiesto que muchas empresas no podrán sobrevivir bajando sus precios. Tendrán que reevaluar su forma de hacer las cosas y cuál es su sitio en el mercado. Diseñar una estrategia digital no es crear un “powerpoint” lleno de fases e iniciativas. Una idea, por muy buena que sea, no sirve de nada si no se pasa a la acción y se implementa. Se trata de identificar un propósito, y descubrir la mejor forma en la que la tecnología permita alcanzarlo, sabiendo que en parte del camino andaremos territorios inexplorados. Es una tarea emocionante, que mezcla alegrías y fracasos. Pero que proporciona un enorme conocimiento para quien se enfrenta a ello, entendiendo otras formas diferentes de abordar los problemas que tiene tu negocio, y mejorando lo que haces en el día a día.

Definir una estrategia requiere navegar en la complejidad, pero ejecutarla debe acercarse a la simplicidad y a la flexibilidad, favoreciendo que las personas implicadas en dar los pasos entiendan bien el propósito, las acciones y sean capaces de adaptarse a las situaciones no previstas, tomando las decisiones que permitan avanzar con los mismos objetivos y el mismo espíritu de partida. Hay que mirar al futuro con un prisma diferente a como veías al pasado. Puede ser un proceso incómodo, que nos empuje a intentar conectar sin éxito todos los puntos. Experimentando, acertando y fallando.

Negocios diferentes pueden requerir estrategias diferentes, incluso si se quiere competir en el mismo mercado. Por tanto, dispersarse en exceso en un número demasiado grande de productos o servicios puede ser contraproducente y difícil de articular. La nueva situación invita a que pongamos el foco en lo más importante, y ayudará a deshacerse de malos hábitos de trabajo que hemos adoptado en el pasado casi sin darnos cuenta. Tenemos una oportunidad de oro para mejorar nuestra forma de trabajar, de relacionarnos, de organizarnos, de tratar con nuestros clientes, de escuchar a nuestros empleados.

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