Hace poco releí un editorial de Wall Street Journal sobre inversiones responsables. Los autores concluyen con una sugerencia para las empresas: “La mejor manera de prepararse para los riesgos climáticos y servir a los stakeholders es tener éxito en el propio negocio, y crear esa riqueza y esa prosperidad compartida que harán al mundo más […]
Dirigentes Digital
| 26 oct 2020
Hace poco releí un editorial de Wall Street Journal sobre inversiones responsables. Los autores concluyen con una sugerencia para las empresas: “La mejor manera de prepararse para los riesgos climáticos y servir a los stakeholders es tener éxito en el propio negocio, y crear esa riqueza y esa prosperidad compartida que harán al mundo más capaz de adaptarse. Eso es sostenibilidad real”. No está de más recordarlo de vez en cuando. Una buena empresa no es aquella que se asemeja a una ONG. Una empresa es una empresa.
Esta afirmación -evidente, por otra parte- es una convicción que he ido madurando en mis años al frente de CODESPA, una ONG especializada en programas de desarrollo económico. Nuestro modelo de intervención en los lugares más pobres del planeta implica mucho trabajo de networking y asesoría entre los agentes de los mercados locales. El objetivo es asegurar entornos donde sea posible el desarrollo autónomo y duradero de pequeños agricultores o comerciantes. En esos procesos, la empresa privada -especialmente la empresa local- tiene un papel muy importante, muchas veces como actor implicado en el proceso comercial; otras, financiándolo y aportando conocimiento. Las empresas -pequeñas, medianas y grandes- son sin duda el principal generador de riqueza de un país.
Como suele repetir Antonio Argandoña -de la cátedra Caixabank del IESE-, la empresa es una comunidad de personas. Cuando esas personas, al hacer prosperar su negocio, buscan el bien de la sociedad, estamos ante una empresa sostenible, responsable. Por eso me gustaría oír más un concepto que utilizamos poco en España: el “crecimiento inclusivo”. El crecimiento inclusivo es un crecimiento económico cuyos beneficios se distribuyen por toda la sociedad, sin dejar a nadie atrás y generando oportunidades para todos; en particular, para quienes encuentran demasiadas barreras para mejorar sus condiciones de vida. Este enfoque ofrece muchas posibilidades para seguir avanzando en los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el contexto de crisis que vivimos.
Pienso que en los últimos años se han cosechado muchos éxitos para introducir los criterios ESG (Environment, Social, Government). Sin embargo, la “S” de “social” sigue difuminada. Las actividades filantrópicas o de voluntariado en las que colabora la empresa son, sin duda, una muestra de responsabilidad social; la integración de personas con alguna discapacidad o la proporción de mujeres en puestos directivos indican una política de empleo sana. Pero ni una ni otra agotan las posibilidades de la responsabilidad social. Quizás por esa falta de definición en la “S”, muchos directivos de empresa, consejeros o asesores buscan una guía ante la complejidad de retos incluidos en el paraguas de la sostenibilidad. Pienso que les ayudaría pensar en el citado consejo del WSJ: la primera sostenibilidad es tener éxito en el propio negocio. Porque, cuando hablamos de crecimiento inclusivo, nos referimos a iniciativas que nacen de él, que son parte de su estrategia.
Un nuevo producto, una adquisición, una fusión, la expansión geográfica… Toda decisión empresarial puede ser o no inclusiva. Por eso comentaba recientemente Antoni Ballabriga que su misión como Jefe Global de Negocio Responsable en el BBVA es asegurar que en todos los procesos –desde el diseño de productos al servicio de reclamaciones– se tiene en cuenta el impacto de esa decisión en la vida de las personas.
En CODESPA hemos empezado a ser conscientes de nuestra situación estratégica, como entidad sin ánimo de lucro que trabaja estrechamente con el sector privado. Sin haberlo buscado premeditadamente, somos un puente entre dos mundos: la promoción social y los negocios. Los equipos locales de CODESPA, constituidos en gran parte por técnicos que son del propio país (Guatemala, Angola, Filipinas…) nos conectan día a día con los desafíos de la pobreza extrema. Los empresarios nos facilitan el expertise de su sector. Si reunimos todo ese conocimiento, podremos promover y compartir soluciones realmente innovadoras y eficientes. Esa es la razón de ser del Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo (OEPCI).
Junto con BCG, IESE, BBVA, SENER, Divina Pastora, las Fundaciones La Caixa, KPMG, UNIR y Open Value, seguimos desgranando el potencial del “crecimiento inclusivo”, como guía de mejora continua para la empresa. El día 25 de noviembre publicamos nuestro cuarto informe. En él se estudia el concepto de crecimiento inclusivo y se recogen prácticas empresariales que lo ponen en práctica. Leyéndolo, muchos descubrirán que -aunque quizás no figure en sus memorias anuales- en sus empresas también promueven un crecimiento inclusivo.