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Opinión

España necesita urgentemente un mind the gap

Forma parte de su imaginario. Si por un segundo cerramos los ojos, muchos son los que pueden escuchar nítidamente la mítica advertencia mind the gap, la voz que avisa por megafonía a los usuarios del metro de Londres que tengan cuidado con el espacio entre coche y andén. Para ser exacta, 52 años de soberana […]

Dirigentes Digital

03 mar 2021

Forma parte de su imaginario. Si por un segundo cerramos los ojos, muchos son los que pueden escuchar nítidamente la mítica advertencia mind the gap, la voz que avisa por megafonía a los usuarios del metro de Londres que tengan cuidado con el espacio entre coche y andén. Para ser exacta, 52 años de soberana persistencia velando por la seguridad de nuestros vecinos británicos. 

Los humanos somos animales de costumbres. Los hábitos nos ayudan a convivir y vivir. Nos generan paz y tranquilidad. La costumbre de la repetición es casi la propia esencia de la sociedad, aporta una estructura cívicamente organizada que nos permite “andar casi tan seguros” como por el metro de Londres. 

Cambiar el entramado complejo de hábitos adquiridos puede llevar toda una vida. Nada nuevo. Hasta el Antiguo Testamento que lo dejó bien claro: “El Sol sale y se pone, y se apresura a volver al lugar donde se levanta”. Aunque, con esto de los avances de la ciencia, mejor que estos días no le dé al astro amarillo por hablar con Marte, no vaya a ser que los del Perseverance nos rompan de nuevo a todos los esquemas. 

Con lo que se podría decir que hay costumbres que nunca cambian, y esta crisis que, no iba a ser menos que otras, nos llega con la rutina habitual en estos dramas de cebarse con los más frágiles. Así lo confirman numerosos estudios, datos e informes como, por ejemplo, un estudio realizado por la Universidad Complutense, que apunta que el teletrabajo que aparentemente iba a suponer un empujón en la conciliación entre hombres y mujeres, confirma que la corresponsabilidad familiar es trigo aventado entre el colectivo de investigadoras. Antes de la pandemia dedicaban 6,2 horas semanales a trabajar en sus publicaciones (donde se gana el prestigio académico) y durante la crisis han caído a 1.6 horas, contrario a los hombres de este mismo colectivo cuyo tiempo aumentó de 7 a 8,1 horas semanales. 

Los problemas siempre afectan a los colectivos más vulnerables, nada nuevo ni en la afirmación, ni nos pilla de sorpresa que esto ocurra, y este esto no es exclusivo al contexto patrio. Ahora bien, lo que si genera un shock, es saber que a raíz de la pandemia, la brecha salarial ha aumentado 36,1% en España, la más alta de toda la UE. 

Y aquí esta el quid de la cuestión: España necesita urgentemente un mind the gap. En una sociedad cuyo futuro crecimiento pasa por competir por valor y no por precio, donde los intangibles cada vez pesan más en los drivers de compra de nuestros clientes y consumidores, parece que es de agradecer la visualización y la voz que las marcas están otorgando en pro de la diversidad y la inclusión por la normalización de la mujer en la esfera pública. Ante una sociedad que tanto en el ámbito doméstico como empresarial parece estar empeñada en mantener su ancestral ceguera ante la visibilidad de la mujer, me parece justo reconocer la contribución que están haciendo las marcas para cambiar esta situación empujando a la apertura de diálogos. A mayores, en un momento dominado por un auténtico cataclismo económico donde a día de hoy no somos capaces de atisbar la magnitud de esta tragedia, persistir en no gestionar la diversidad como método competitivo me parece una aberración cortoplacista que verdaderamente no nos la podemos permitir. El coste en términos de crecimiento de seguir arrinconando a la mujer en los entornos laborales nos cuesta a cada español 5.869 euros (McKinsey Global Institute, 2020).

La diversidad es una cuestión que hay que meter sin titubeos en los nuevos sistemas de gobernanza de las empresas y en los propósitos de las compañías. El género es la punta del iceberg. El verdadero reto de las compañías pasa por entender la diversidad como parte de la innovación y, desde mi humilde opinión, el respeto. Para mí, la igualdad de oportunidades debe de ser un resultado que se puede medir, en términos de eficiencia, rendimiento, compromiso y valores. El cambio siempre trae progreso, pero también genera resistencia, aumento de la desigualdad y polarización. Aferrémonos a la eficiencia gestora basada en los valores "sin maquillajes" como método eficiente para generar negocio y bienestar, que antes habían estado tan bien avenidos. 

Y es que es muy simple. En la doctrina del idealismo trascendental de Kant ya argumentaba, que el espacio y el tiempo son meras "formas de conocer" que estructuran toda experiencia y, por lo tanto, si bien las "cosas en sí mismas" existen y contribuyen a la experiencia, no obstante, son distintas de los objetos de la experiencia. En palabras llanas: Lo que no se ve, no se identifica. Lo que no se identifica, no existe. Lo que no se existe, no se paga. 

Gracias a iniciativas como la del Día Internacional de la Igualdad Salarial entre Mujeres y Hombres (BPW), que simboliza el número de días que la mujer tiene que trabajar más por conseguir una equiparación en materia de retribución laboral, se ponen datos cuantitativos todos los años encima de la mesa. Con gran claridad argumenta, Carmen Fenoll, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) e impulsora de la campaña #NoMoreMatildas: “Si se hubiese dejado a las mujeres científicas brillar, habríamos ido muchísimo más deprisa”. 

Por eso, para España, urgente un mind the gap, a poder ser, as soon as posible!!

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