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Fondos Europeos, la responsabilidad de no hipotecar el futuro del país

Desde antes de su nacimiento, los fondos de recuperación europeos están siendo una fuente inagotable de controversia política. Se discutió en su concepción, se discute por su reparto y, con toda seguridad, se discutirá en el futuro a la hora de analizar los resultados. Pero en estas disquisiciones no se está hablando lo suficiente sobre […]

Dirigentes Digital

30 mar 2022

Desde antes de su nacimiento, los fondos de recuperación europeos están siendo una fuente inagotable de controversia política. Se discutió en su concepción, se discute por su reparto y, con toda seguridad, se discutirá en el futuro a la hora de analizar los resultados.

Pero en estas disquisiciones no se está hablando lo suficiente sobre dos factores que, con respecto a los fondos, son verdades absolutas. El primero es que estos fondos no son un regalo caído del cielo, sino un dinero que habrá que devolver en su totalidad. El segundo, que por encima de todo, un objetivo principal del plan de recuperación debe ser la digitalización de la economía. Este tiene que ser un pilar básico, ya que directa o indirectamente, afecta al desarrollo de otros, como pueden ser la transición ecológica o la cohesión social.

Los fondos de recuperación no son más que una fuente de financiación. Provienen de la emisión de deuda pública europea, por lo que tarde o temprano, los países miembros deberán afrontar esa deuda, y sin duda considerarán el camino directo de incrementar la presión fiscal. En casos como España, con una población envejecida; con un tejido productivo más bien débil en comparación con el de otros socios europeos; con una clara falta de liderazgo tecnológico, y con una deuda pública que ronda el 120% del PIB, alcanzar la capacidad financiera necesaria para devolver la parte de los fondos que corresponda, puede llegar a suponer un reto considerable.

El destino de estos fondos entraña una gran responsabilidad. Si España no fuera capaz de utilizarlos para mejorar su posición competitiva en Europa, se estaría hipotecando el futuro de las dos próximas generaciones. Por ello, el control sobre dónde van y sobre la rentabilidad que se va a obtener de ellos debería ser lo más estricto posible.

El problema es que la Unión Europea no parece muy dispuesta a esforzarse en vigilar el uso que se hace de este dinero, puesto que una mejora competitiva de España puede suponer una pérdida de competitividad relativa para otros intereses europeos. Al fin y al cabo, para la Unión Europea los fondos son una fórmula para lograr que la rueda siga girando, para seguir permitiendo que unos países produzcan y otros consuman lo producido. Es en este contexto comercial, en el que hay países líderes y países seguidores, donde debemos enmarcar los fondos europeos. A largo plazo, unos presentarán una balanza exportadora positiva y otros, básicamente, seguirán siendo consumidores de bienes y servicios. En el uso de los fondos puede estar la clave sobre en cuál de los dos lados de la balanza queremos estar en el futuro.

No olvidemos tampoco que las decisiones políticas se toman de acuerdo a calendarios de cuatro años. Los que hoy ostentan cargos de responsabilidad en las administraciones públicas europeas, seguramente dentro de ocho años, cuando tengamos que empezar a devolver los fondos, ya estarán viviendo un retiro dorado. Por ello, necesitamos, más que nunca, crear una conciencia de responsabilidad social, en la que todos seamos conscientes de que está en juego nuestro futuro como país.

Los fondos como aceleradores de la economía digital

Con la llegada de estos fondos, llega también el momento de decidir cuáles serán los mercados con futuro y cuáles pueden ser los productos y servicios que necesitaremos en el entorno comercial del mañana. Esto quizá implique el tener que tomar medidas difíciles, no siempre bien comprendidas por todos. Lo más apropiado sería orientarlos a potenciar la Nueva Economía, apoyando a los emprendedores que en estos momentos se encuentran desarrollando nuevos productos y servicios con una base tecnológica. Facilitar acceso a la financiación a estos proyectos producirá un efecto acelerador y ayudará a España a alcanzar el liderazgo en el nuevo entorno digital.

No digo que no sea lícito ayudar a los negocios tradicionales, pero solamente cuando ello signifique una evolución en su orientación a los nuevos escenarios económicos del futuro, y en ningún caso un apoyo al sostenimiento de modelos de negocio del pasado o a compañías que necesitan ayuda para recuperarse tras la pandemia. Para estos casos ya existen otras vías de financiación.

Por mi actividad profesional, la realidad que mejor conozco es la del sector de Telecomunicaciones. Viajo a menudo a otros países europeos más potentes económicamente que España, y siempre regreso con la misma opinión: tenemos todo necesario para impulsar nuestro liderazgo. Contamos con operadores de telecomunicaciones sólidos y capacitados para poner en marcha nuevos casos de uso; tenemos profesionales expertos y bien cualificados; contamos con conocimiento y capacidad de desarrollo de producto tecnológico: disponemos de universidades y centros de investigación y desarrollo excelentes, que ya están trabajando en las nuevas tecnologías necesarias para el despliegue de las redes del futuro…

Los fondos europeos deben servir para impulsar nuestras industrias más innovadoras y para potenciar el talento que ya tenemos. Son una oportunidad única para avanzar y liderar la economía digital. Contamos con la base necesaria para tener éxito, así que, aprovechemos la oportunidad y no nos juguemos alegremente nuestro futuro como país.

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