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¿Es necesario que los datos ASG sean perfectos?

El reto que, como inversores sostenibles, perseguimos es la total seguridad de que estamos invirtiendo en empresas sostenibles, además de obtener rendimiento financiero, y al mismo tiempo ser capaces de medir el impacto (positivo o negativo) que esas empresas tienen en el mundo. No es poca cosa. En este debate solemos perder de vista que […]

08 dic 2022

El reto que, como inversores sostenibles, perseguimos es la total seguridad de que estamos invirtiendo en empresas sostenibles, además de obtener rendimiento financiero, y al mismo tiempo ser capaces de medir el impacto (positivo o negativo) que esas empresas tienen en el mundo. No es poca cosa.

En este debate solemos perder de vista que los orígenes de la inversión sostenible son muy anteriores a la disponibilidad generalizada de datos ASG. Los primeros fondos de inversión ‘éticos’ aparecieron en 1971 en EE.UU. y en 1984 en el Reino Unido. Los índices ASG empezaron a despegar en la década de 1990 (MSCI, Sustainalytics, y más tarde DJSI en 1999), mientras que en 1997 se fundó la iniciativa Global Reporting Initiative (GRI), que anima a las empresas a hacer públicas cuestiones no financieras. 

Los datos ASG han dado pasos de gigante

La accesibilidad de los datos ASG llegó incluso más tarde: MSCI ESG Ratings se lanzó en 1999, Trucost Carbon Intelligence en 2000, y Bloomberg ESG Solutions en 2006. Incluso se cree que la expresión “integración ASG” solo fue acuñada en 2005, un año antes de la adopción de los Principios de Inversión Responsable de la ONU. Por tanto, los inversores llevan bastante tiempo invirtiendo de acuerdo con sus objetivos no financieros, realizando sus propias investigaciones y tomando decisiones en base a los conocimientos que tienen a su disposición.

Hoy en día, la mayoría de las empresas publican un informe de sostenibilidad, los inversores disponen de abundante información ASG a su alcance, y el mercado de datos alternativos se ha disparado, sobre todo en el campo del procesamiento del lenguaje natural y los datos geoespaciales. En comparación con los inicios de siglo, estamos desbordados de datos, y es probable que en los próximos años la normativa provoque una avalancha de información adicional de las empresas. 

Por tanto, en la actualidad estamos sin duda más preparados para tomar decisiones mejor fundamentadas de lo que nunca hemos estado. Pero un exceso de datos puede incluso crear nuevos retos, dificultando que los inversores identifiquen los indicadores más importantes entre tanto ruido. 

Los datos tradicionales tampoco son la panacea 

Suele decirse que los datos sociales y medioambientales son peores que los datos financieros. Los críticos apuntan a las normas internacionales de contabilidad, las normas de cotización en los mercados bursátiles, el requisito regulatorio de que se auditen los estados financieros y las graves sanciones del fraude contable como motivos por los que los datos financieros son superiores a los datos A (Ambientales) y S (Sociales) no financieros. 

Sin embargo, los datos financieros tampoco son perfectos. Hay suficientes ejemplos de fraude contable como para saber que, si las empresas quieren ocultar información, así lo harán, siendo muchas las que quedan impunes. Solo tenemos conocimiento de los casos que se destapan. 

Es indiscutible que los parámetros ambientales y sociales son más difíciles de medir que los flujos de caja. Las diferencias en la definición de las medidas y el carácter intangible de muchos parámetros medioambientales suelen producir errores e incoherencias, siendo difícil comparar las mediciones de cada empresa. 

Los datos financieros no están exentos de problemas

Sin embargo, la información financiera también tiene carencias. Los analistas de inversión siempre tienen que ajustar sus modelos de valoración para reflejar las distintas decisiones empresariales sobre, por ejemplo, estructura de capital o adquisiciones, para comprender de verdad la evolución relativa de las empresas. Las cuentas normalizadas no ofrecen una imagen completa.

Además, los inversores por fundamentales tampoco toman sus decisiones únicamente en base a los estados financieros; estos solo nos dicen lo que ha sucedido en el pasado. Mayor interés revisten las perspectivas estratégicas de una empresa: ¿cuáles son sus planes para el próximo año? ¿Qué creen que sucederá en la empresa y en el sector? 

Los inversores también quieren conocer la evolución probable del sector y cómo se comportan los homólogos. Buscan detalles sobre lo que los empleados y clientes opinan de la empresa, para evaluar así las probabilidades de que la directiva ejecute su estrategia y logre sus objetivos de creación futura de valor.  

Lo mismo cabe decir de los datos ASG. Los parámetros de índole retrospectivo solo nos sirven de punto de partida, siendo necesario un análisis adicional para predecir el futuro. Ese es el trabajo de los analistas de inversión, que tiene más de arte que de ciencia.

Datos y calificaciones son cosas distintas  

Otra crítica de los datos ASG se refiere a la divergencia de las calificaciones. Sin embargo, tal percepción se basa en un error sobre qué son las calificaciones y cómo deben emplearse. Las calificaciones son opiniones subjetivas, no un dato objetivo concreto. La opinión puede basarse en distintas creencias de fondo sobre las cuestiones ASG más importantes, o sobre si la relevancia financiera o el impacto de sostenibilidad son más importantes.

Si comparamos las calificaciones ASG con las recomendaciones de inversión tradicionales también vemos que se atienen al mismo patrón. Los analistas financieros que estudian una empresa disponen de la misma información financiera como punto de partida, pero no todos llegan a las mismas recomendaciones de inversión. 

Los analistas de gestión de activos (análisis para uso interno) lo saben y no se toman las recomendaciones de las agencias de bolsa (análisis para terceros) al pie de la letra. Utilizan las distintas perspectivas para mejorar su propio análisis y tomar decisiones más fundamentadas. Los usuarios de calificaciones ASG tienen que estar seguros de que comprenden la metodología de calificación para garantizar que utilizan la información de la manera adecuada. 

¿Cómo abordan los inversores unos datos imperfectos?

Los inversores en sostenibilidad llevan años lidiando con datos imperfectos. Los inversores que puedan trabajar con datos ambientales y sociales confusos tienen una ventaja sobre aquellos que esperan sentados a que los datos lleguen a ser perfectos. Cuántos datos son ‘suficientes’ depende del grado en que una estrategia de inversión se comprometa a incorporar consideraciones de impacto y sostenibilidad y a informar sobre las mismas.  

Los inversores minoritarios se enfrentan siempre al reto de no saber nunca todo acerca de una inversión, por lo que tienen que formular estimaciones e hipótesis para predecir el desempeño futuro de una empresa participada. Ello es de aplicación a las inversiones tanto tradicionales como sostenibles. 

Sin embargo, las expectativas sobre lo datos y estrategias ASG parecen a veces poco realistas: ¿por qué se critica más a los gestores de cartera de fondos sostenibles que experimentan una ‘controversia’ en su cartera que a aquellos gestores de cartera que sufren una advertencia sobre beneficios en una de sus posiciones? Debía ser al revés, dada la creencia general de que los datos financieros son superiores a los datos ASG. 

Solo es una herramienta

En última instancia, cualquier dato, sea financiero o no financiero, no es más que una herramienta para las decisiones de inversión, y es mucho más importante la forma en que se interpreta. Tratar de predecir el futuro conlleva necesariamente que alguien se va a equivocar. 

No debemos perder de vista el objetivo de la inversión sostenible: canalizar capital hacia actividades económicas sostenibles mediante la inversión en empresas sostenibles que generen rendimientos financieros y tengan un impacto positivo en el mundo. La recopilación de datos no constituye en sí misma el objetivo final, y el interés por unos datos de sostenibilidad perfectos no debe ser excusa para cruzarnos de brazos.
 

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