En un momento en que el mundo está experimentando un escaso crecimiento nominal y los inversores se preparan para una «japonización» duradera de dimensiones mundiales, la búsqueda de rentas es intensa.
Desde 2018, las economías desarrolladas han experimentado una ralentización del crecimiento: EE. UU. prevé expandirse a una tasa de aproximadamente el 2 % y Europa y Japón, por debajo del 1 %. Los mercados emergentes no son inmunes a esta tendencia, puesto que las tensiones comerciales internacionales, la ralentización en la demanda de materias primas y la atonía de las dinámicas demográficas, desembocan en un escaso incremento de la productividad.
La actividad industrial también se ha contraído en todo el mundo desde 2018, junto con la confianza de las empresas, que en Alemania se encuentra en unos mínimos posteriores a la crisis.
Entretanto la inflación continúa siendo bastante inferior al objetivo y tiende a la baja en la mayoría de las economías desarrolladas y en algunas emergentes. Además, se espera que se mantenga en niveles reducidos durante más tiempo a causa de factores estructurales como la tecnología, el aumento del porcentaje que representan los servicios en las economías y los elevados niveles de endeudamiento. Todo ello pese a que los distintos factores sugieren que esta inflación está ya tocando fondo en los países desarrollados. Es por ello que los bancos centrales se vieron obligados a recortar sus tipos de interés, dando así un giro de 180º en relación con hace apenas un año.
Política monetaria, en sus límites
Podría decirse que la política monetaria ha alcanzado ya sus límites, sobre todo en Europa y Japón, donde los bancos centrales tienen poco o ningún margen de maniobra. La Fed dispone de una mayor flexibilidad, aunque por tiempo limitado. La única conclusión razonable es que, la próxima vez que asistamos a un frenazo de la economía, serán necesarios estímulos presupuestarios, tal y como indicó recientemente Mario Draghi.
En el plano positivo, no vemos rastro de ralentización en el sector servicios, que representa un 65-75 %, en constante crecimiento, del Producto Interior Bruto de las economías desarrolladas y la de China. Además, el consumo de los hogares mantiene su solidez, dado que el desempleo es escaso sin perspectivas de incrementarse, el valor de los bienes no está disminuyendo y la financiación es asequible.
Respecto a este consumo doméstico, cabe destacar que, por el momento, el consumo de los hogares está compensando con creces la debilidad de la actividad industrial y la inversión. Esto seguirá siendo así hasta que el empleo se vea afectado por la falta de confianza de las empresas, el valor de los activos disminuya (en el sector inmobiliario o en los mercados bursátiles) y/o se produzca una fuerte subida de la inflación (aumento de los precios del petróleo, de los aranceles, etc.) que merme el poder adquisitivo real.
Rentas periódicas
En estas circunstancias, para obtener rentas periódicas, es mejor recurrir a carteras diversificadas y con control sobre el riesgo. Por ejemplo, en renta fija, podríamos hablar de apostar por deuda pública de alta calidad (principalmente de Estados Unidos, aunque también cierta exposición a Italia) o de bonos subordinados europeos, además de buscar oportunidades en deuda emergente en divisa fuerte.
En cuanto a renta variable, para cumplir el objetivo de obtener cierta rentabilidad, será mejor seguir una estrategia de inversión de dividendos, fijándose en empresas disciplinadas en cuanto al reparto de dividendos a la vez que siguen reinvirtiendo en su negocio. Las estrategias de dividendos han tendido a ofrecer un perfil de riesgo/remuneración superior a largo plazo, y esperamos que esta tendencia se perpetúe.
Sería importante destacar que estas estrategias son inherentemente más diversificadas de lo que lo eran en el pasado. Es sorprendente cómo, en las últimas décadas, el sector de las tecnologías de la información casi ha cuadruplicado su tamaño como fuente de dividendos globales. En paralelo, telecomunicaciones y suministros públicos han caído casi dos tercios en este sentido. Nuestro enfoque para sacar pleno partido de las virtudes de la renta variable, al tiempo que minimizamos los sesgos de estilo, es estructurar carteras sin centrarnos exclusivamente en el nivel de dividendos y evitar las denominadas «trampas de valor», sin buscar el crecimiento a cualquier precio. Una combinación equilibrada de diversas fuentes de distribución de dividendos brinda los mejores resultados ajustados al riesgo.
2019-11-04 05:56:01