Entrevista a Jorge Morales de Labra, director de Próxima Energía
EnergíaAltea Tejido
| 11 mar 2024
La transición energética se erige como una de las principales preocupaciones para la sociedad, que busca cambiar su dependencia hacia los combustibles fósiles para dar paso a otras fuentes de energía más sostenibles. Sin embargo, el proceso no se trata de algo sencillo ya que pasa por cambios en los hábitos de consumo, en la forma de producir, en las infraestructuras, etc.
La concienciación ante los problemas medioambientales cada día es mayor y cada vez es más prioritaria para muchos ciudadanos, que son testigos de los impactos negativos que acarrean los combustibles fósiles. Sin embargo, es necesario que se desarrollen tecnologías más eficientes, se mejore la capacidad de almacenamiento de energía y se democratice el acceso a estas energías más limpias, entre muchos otros factores, que se traducen en un largo recorrido para alcanzar un futuro verde. A esto se suma que la transición energética es un tema muy amplio que involucra, además de a la sociedad, a gobiernos y empresas, por lo que es necesario que todos los agentes caminen por la misma senda y unan sus sinergias para poder avanzar hacia un futuro más sostenible.
Cuando hablamos de energía frecuentemente nos referimos solo a electricidad cuando, en realidad, esta es solo del orden de una quinta parte de la energía final que consumimos. En España en cuanto a penetración de renovables en el sector eléctrico vamos bastante bien, pero en el resto de sectores tenemos mucho que mejorar. En 2023 hemos alcanzado el hito de que, por primera vez, más de la mitad de la producción eléctrica del país se haya obtenido a partir de fuentes renovables, principalmente eólica, solar e hidráulica. 10 años antes estábamos en torno al 40%, por lo que el ritmo es bueno y el objetivo oficial de estar en torno al 75% en 2030 es alcanzable. No va a ser fácil, pero somos muchos los que trabajamos para lograrlo. En el resto de fuentes de energía consumida, sin embargo, vamos muy por detrás. La penetración de renovables en el transporte o en la climatización, por citar los sectores más importantes, es prácticamente residual. Ahí tenemos muchos deberes pendientes y gran parte de ellos pasan, precisamente, por electrificar la demanda. Esto es, por ejemplo, cambiar los coches de combustión por coches eléctricos y las calderas de gas por bombas de calor.
Tenemos unos objetivos de instalación de energía eólica y, sobre todo, solar fotovoltaica muy importantes en 2024. Confiemos en que se materialicen. Luego está el autoconsumo, que está muy vinculado a la evolución del precio de la electricidad y a la política de subvenciones. En consecuencia, vio un auge espectacular durante la gran crisis energética de 2021/2022 y ya el año pasado contrajo su volumen. La contracción ha traído aspectos positivos, como la natural criba de empresas y profesionales y la bajada de precios al cliente final por la presión competitiva; pero es negativa en cuanto a que aún quedan muchos tejados en España sobre los que colocar paneles solares, especialmente en lo que a las grandes ciudades se refiere. Confío que en 2024 veamos novedades regulatorias que permitan agilizar los proyectos colectivos especialmente diseñados para estos casos.
Siempre sería renovable, naturalmente, pero es un error apostar por un solo tipo. Lo inteligente es una combinación adecuada de todas las fuentes renovables disponibles para reducir el sobredimensionamiento total del sistema. Necesitamos disponer de energía cuando no haga sol, cuando no sople el viento o cuando no haya llovido, pero es muy difícil que las tres circunstancias se den a la vez y, si ocurre, tenemos que contar con geotermia, biomasa y sistemas de almacenamiento que nos den la suficiente garantía de suministro.
Está claro que, por nuestras condiciones climatológicas, la energía solar está llamada a ser la fuente dominante en nuestro país. Su crecimiento en los últimos años así lo demuestra y estoy seguro de que en muy pocos años va a pasar a ser, primero, la fuente principal en producción eléctrica y, unas décadas después, la primera contribución en la matriz energética total. Pero, insisto, no podemos quedarnos con una sola fuente.
El fin de los combustibles fósiles debe ser gradual. No podemos pasar al 100% renovable en un día, ni siquiera en diez años, pero ya disponemos de las tecnologías que nos permiten diseñar un sistema energético sin fósiles, más barato, más limpio y más justo que el actual. Ya no se trata, por tanto, de soñar, sino de ponernos mano a la obra y, eso sí, identificar para inmediatamente desechar la enorme cantidad de bulos que circulan por nuestras fuentes de información habituales inspirados por unos intereses económicos que se resisten a ser eliminados del sistema.
Multitud de estudios con desglose horario que se han hecho sobre el asunto han demostrado que con la tecnología actual es posible disponer de un sistema energético, no solo eléctrico, 100% renovable y que, a largo plazo, es rentable. Según pasa el tiempo, además, resulta cada vez más barato y más sencillo. Llegar a ello, sin embargo, no es fácil ni rápido. La inversión y los intereses encontrados a los que hacer frente son gigantescos.