En la crisis de 2008, la economía mundial se sumió en profundo socavón del que tardó unos cuantos años en salir. Lo peor de aquella crisis no fue solo la caída de la demanda y su efecto sobre el resto de la actividad económica, sino que la propia profundidad del problema acabó desencadenando una crisis […]
BancaDirigentes Digital
| 22 mar 2021
En la crisis de 2008, la economía mundial se sumió en profundo socavón del que tardó unos cuantos años en salir. Lo peor de aquella crisis no fue solo la caída de la demanda y su efecto sobre el resto de la actividad económica, sino que la propia profundidad del problema acabó desencadenando una crisis financiera que se llevó por delante la estabilidad de negocios, familias y bancos.
Cuando el nuevo coronavirus colonizó el mundo a estas alturas del año pasado, la incertidumbre hizo presa de los negocios. Al poco tiempo de nacer, la mayoría de voces autorizadas en el mundo económico advertían que aunque la caída de la economía iba a ser grave, bastaba con seguir proporcionando recursos y financiación al sistema productivo porque la crisis sanitaria acabaría remitiendo y los negocios se recuperarían justo después.
La gravedad de la situación aún preocupa a los dirigentes económicos y políticos, ya que todos se afanan en reforzar la liquidez de las empresas, de modo que los problemas circunstanciales no conduzcan a problemas de solvencia que afectarían a toda la economía, como sucedió en los años posteriores a 2008. Así, los bancos están tratando de hacer los deberes para que un aumento de la morosidad no les pille por sorpresa, si la crisis se alarga más de lo esperado.
En este momento, las medidas públicas han aplacado posibles problemas de solvencia. La mayoría de empresas y familias están pudiendo hacer frente a sus pagos pero la prolongación de la pandemia puede llevarles al límite. Nadia Calviño declaró recientemente que “aún no se han manifestado” problemas de solvencia, si bien se han introducido medidas de apoyo para anticiparse a un empeoramiento de las condiciones.
De hecho, el Banco de España publica este inicio de semana que el ratio de créditos dudosos apenas alcanza el 4,54% del total en el mes de enero, en torno a 55.000 millones de euros. Tras un leve repunte de tres centésimas con respecto a diciembre se mantiene la tónica de todo 2020, cuando se registraron los niveles de créditos dudosos más bajos de los últimos años.
Aunque esas cifras no reflejan un deterioro de la situación de los deudores, los bancos se han esforzado por seguir las recomendaciones del Banco de España y el Banco Central Europeo. En ese sentido, en el último año han aumentado sus provisiones para hacer frente a posibles impagos. Teniendo en cuenta la actuación de los bancos, es de esperar que se produzca un repunte de la morosidad durante los próximos meses.
Si a principios de 2020 las provisiones en para cubrir impagos de créditos apenas alcanzaban los 36.000 millones de euros, en enero de 2021 ya superan los 40.154 millones de euros. Se invierte la tendencia que llevó las provisiones de las entidades financieras a su mínimo en 2019, mientras que en este comienzo de 2021 el aumento alcanza ya el 11% interanual.