Entrevista con Emiliano Blasco Doñamayor, vicerrector de Planificación Estratégica y Cultura Digital de la Universidad CEU San Pablo
Altea Tejido
| 22 feb 2024
El 2023 ha sido un año de consolidación y avance en la transformación digital. El significado de transformación digital debe asimilarse, compartirse y reflejarse en la ejecución de los proyectos. Debemos entender que digitalización no es lo mismo que transformación digital. Si bien la digitalización de procesos es un estadio previo para afrontar una transformación digital, esta última solo se llevará a cabo como fase final de un proceso de madurez en la se tiene que ver afectada la estrategia global y creo que estamos llegando, poco a poco, a esa etapa. Hemos pasado unos años de digitalización muy prolíficos, implementando herramientas o tecnologías específicas para digitalizar un elemento concreto de la institución, pero ahora ya hemos llegado a la fase de transformación digital que debe proponer un enfoque estratégico para conectar personas, procesos y tecnología con el fin de impulsar un cambio.
En esta nueva fase, hemos alcanzado una cierta madurez que nos permite comprender mejor lo que tenemos entre manos. La transformación digital estaría mal entendida si tan solo se percibe como un factor tecnológico. Hemos crecido digitalmente y creo que estamos en una fase donde tenemos que comenzar a hablar de cultura digital como la herramienta clave para la expansión de la transformación digital en nuestra sociedad. La transformación digital no trata solo de tecnología, sino de un replanteamiento holístico del uso de la tecnología para alcanzar la misión de la entidad y, por tanto, su impacto en la sociedad y en las personas.
Nos hemos transformado, ahora hay que hacer que estos cambios se asienten en nuestra sociedad y para eso debemos seguir trabajando en la creación de una verdadera cultura digital. Este año ha sido en el que se han podido asentar los cambios vividos desde la “explosión” digital de hace tres años – automatización de procesos, trabajo remoto o híbrido, mejor ciberseguridad…- siendo el más importante la revolución de la Inteligencia Artificial generativa. Con este panorama, se puede hablar de un balance positivo, lleno de posibilidades y que, si bien suponen un reto, van a permitir que las personas sean mejores en sus trabajos y vean en su día a día una mejora gracias a la digitalización.
Ahora es el momento de atender a los cambios que afectan y preocupan a los usuarios, un escenario donde los derechos de las personas están en cuestión y en el que las instituciones de todo tipo, junto a la administración del Estado, deben colaborar para salvaguardar los derechos y la libertad de los ciudadanos.
Estos cambios y estas regulaciones se deben hacer, como decía Chesterton, prestando atención a la forma, al cómo. La sociedad digital se debe construir basada en el humanismo, porque debe ser un complemento a lo real, a lo humano que es tan necesario en nuestros días.
Esta concepción de la transformación digital desde una perspectiva humanista queda expresada a la perfección en las palabras del profesor catedrático de Historia Contemporánea, Antonio Rodríguez de las Heras, que decía: “Estamos respondiendo a un reto: una transformación digital que no es solo de equipamiento y destrezas, también es de cambios de mentalidad”, cuestión que comparto y que ha sido ratificada por la Comisión Europea al considerar a la transformación digital como elemento clave para la resiliencia europea al aplicar políticas digitales que capaciten a las personas y las empresas para aprovechar un futuro digital centrado en el ser humano, sostenible y más próspero.
Son muchos los sectores que se están beneficiando de la transformación digital y de la mejora de los servicios a través de la aplicación de estas nuevas herramientas tecnológicas. En mayor o menor medida todo tipo de industria y/o servicio se ve afectado por la digitalización y la disrupción que trae consigo, pero podríamos destacar unos cuantos como la educación, la salud, las finanzas o la investigación.
En educación lo estamos viviendo en primera mano en el CEU. En la Universidad CEU San Pablo estamos aplicando nuevas tecnologías desde hace varios años, no solo para facilitar el aprendizaje de nuestros alumnos con aulas híbridas y materiales de apoyo docente virtualizado e interactivo, sino a través del diseño de programas de seguimiento para la tutela y acompañamiento académico de nuestros alumnos, a fin de que tengan un mayor éxito diseñando adaptaciones personalizadas para su mejor desarrollo en competencias. Del mismo modo, estamos utilizando herramientas de Inteligencia Artificial con el objetivo de reforzar y ofrecer mejor servicio en el proceso de información académica para los candidatos que quieren acceder a nuestra universidad.
Sectores como la salud están viendo cómo la telemedicina y las consultas telemáticas son una mejora sustancial en la asistencia a personas desplazadas o con movilidad reducida, así como las simulaciones realizadas en realidad virtual o aumentada que permiten investigar e implementar mejoras para la salud de las personas. Un ejemplo de esto es el proyecto Viral Reality de la Universidad CEU San Pablo que acaba de ser premiado por su propuesta de análisis de mutaciones en el virus de la Covid-19 y la investigación que con esto se abre para la elaboración de mejores vacunas.
Por último, sectores como las finanzas se están beneficiando de la transformación digital haciendo a los usuarios la vida más sencilla gracias a los servicios de banca digital o sistemas de pagos móviles que son mucho más ágiles y simples que otros sistemas que utilizábamos hasta ahora.
En el contexto nacional, España ha avanzado en digitalización, aunque con margen de mejora comparado con otros países europeos. Las empresas han adoptado tecnologías digitales para mejorar su competitividad, pero aún enfrentan desafíos como la necesidad de más talento especializado y mejoras en la infraestructura digital. Del mismo modo, como sociedad tenemos que hacer un esfuerzo para habilitar a las personas con las suficientes competencias digitales para que puedan adaptarse a la realidad que les ha tocado vivir, para garantizar que tienen las mismas oportunidades que el resto y para facilitar el desarrollo de labores de alto valor añadido en sus puestos de trabajo.
La tendencia y lo fácil es mantenernos en nuestro estado de confort, en ese estado basal, que se transforma en una cierta tiranía, del “siempre se ha hecho así”. Aunque la tradición y las formas asentadas de trabajo, por ejemplo, son fundamentales, la capacidad de revisar procesos y estar abiertos a mejoras resultan vitales para el avance individual y como sociedad. Es por esto por lo que la concienciación, la formación y la información sobre estas herramientas, sistemas y nuevos procesos deben ser parte de la estrategia de cualquier empresa e institución que quiera mantener su pertinencia en el ámbito nacional e internacional. En este sentido, las administraciones públicas de todo ámbito deben tener la visión y la responsabilidad de aplicar y adaptar medidas de digitalización en los diferentes planos de la sociedad de forma paulatina y poniendo siempre a la persona primero.
Una de las áreas más importantes en este sentido es la gestión del cambio y el apoyo en casos de fatiga digital para que las empresas y su personal puedan adoptar estos cambios sin riesgo de verse afectados por cuestiones de brecha generacional, de formación o económicas y para que estos cambios sean verdaderamente mejoras para la sociedad. Es importante tener en cuenta que la adopción de este tipo de tecnología o aplicación de nuevos procesos puede llevar a ciertas personas a tener recelos pensando que la transformación digital podría amenazar sus trabajos. En ocasiones es posible que, consciente o inconscientemente, se resistan a los cambios.
Supuestamente, si la digitalización resulta ineficaz, la gerencia eventualmente abandonará el esfuerzo y sus trabajos se salvarán (o eso es lo que se piensa). Sin embargo, es fundamental que los líderes reconozcan esos temores y enfaticen que el proceso de transformación digital es una oportunidad para que los empleados actualicen su experiencia para adaptarse al mercado del futuro y al presente en el que viven. La empatía y la comprensión para una eficiente y efectiva gestión del cambio se convierten en softskills fundamentales.
La estructura de cualquier organización, tomemos por ejemplo la Universidad, debe adecuarse a los tiempos en los que vive, pero también debe tener intuición sobre cómo va a evolucionar el mundo y las tendencias que pueden marcar mejoras en sus objetivos, modelo de negocio o, como es el caso, modelo docente.
Pero si la tecnología es importante, las personas lo son todavía más. No hay empresas sin personas y, aunque pueda creerse lo contrario, hay profesiones que no pueden (ni podrán) ser reemplazadas por la tecnología. Cuando se da el paso de comenzar en este proceso de transformación digital hay que enfocarse en las personas de dentro y de fuera de la empresa, solo así se podrá conseguir que el cambio sea exitoso, porque son las personas quienes hacen y dan sentido a cualquier compañía.
Dada la naturaleza innovadora y compleja de las preguntas planteadas por la transformación digital, es esencial que todos los interesados involucrados trabajemos juntos y que todas las necesidades afectadas por la tecnología estén representadas. Ahora más que nunca, debemos garantizar una perspectiva en la que los avances en transformación digital se desarrollen con un enfoque no en la tecnología, sino en el bien de la humanidad.
Debemos prepararnos para un futuro más tecnológico en el que las máquinas tendrán un papel más importante en la vida de los seres humanos, pero también un futuro en el que quede claro que el progreso tecnológico afirma y reafirma la brillantez de la raza humana y que sigue dependiendo de su integridad ética. Al mismo tiempo, será necesario profundizar y tomar posición en relación con el buen uso de la tecnología y los retos éticos y morales que esto supone. Para que el avance tecnológico se alinee con el verdadero progreso de la raza humana, debe incluir a todo ser humano, sin discriminar a nadie y debe tener en su núcleo el bien de la humanidad y el bien de cada ser humano. Además, cada persona debe ser consciente de cuándo está interactuando con una máquina.
Creo que la creación de un ministerio de Transformación Digital puede ser positiva si logra coordinar y fomentar la digitalización a través de políticas efectivas y colaboración con el sector privado. Del mismo modo, demuestra que el Gobierno de España percibe, como no puede ser de otra forma, la importancia del fomento de estas medidas y, sobre todo, de la regulación para la salvaguarda de las personas y sus derechos. En el CEU siempre estaremos apoyando cualquier medida que busque el bien común que venga de este nuevo ministerio y del resto de instituciones públicas del Estado.
La expectativa es positiva. Lo lógico es pensar y confiar en que la transformación digital siga siendo un motor clave para la innovación, la eficiencia y la competitividad de las empresas. Sin embargo, el éxito depende de muchos factores que ya hemos ido desgranando. Aquí van a jugar un papel fundamental la colaboración de las administraciones públicas y privadas para definir cómo se quiere construir el país y cómo las empresas y el gobierno aborden los retos actuales y futuros, invirtiendo en tecnología, formación y políticas adecuadas.
Los agentes sociales debemos unirnos en una estrategia común para ser ágiles detectando riesgos, creando grupos de trabajo para la promoción del uso ético de las tecnologías, para garantizar la libertad de nuestros ciudadanos y para seguir construyendo una sociedad basada en valores y educando en el espíritu crítico, que garantice que los ciudadanos no sean víctimas de prácticas cada vez más habituales como las fake news. Pero también creando estructuras que nos permitan garantizar que nadie se queda atrás en esta revolución, detectando y eliminando brechas digitales, que no solo se producen por cuestión de sexo, sino también por edad, origen, situación socioeconómica…
El Humanismo Digital debe defenderse a capa y espada como fundamento de nuestra sociedad y de la realidad empresarial que nos rodea. Porque no deja de ser la búsqueda continua de una respuesta legislativa para mantener altos estándares de civilización derivados de la ilustración y la era humanista, y desarrollarlos aún más en el mundo digital. El entorno digital debe permitir a todos los ciudadanos aprovechar al máximo lo digital y las tecnologías, para tener una sociedad donde la distancia geográfica importe menos y donde todos los ciudadanos puedan beneficiarse de la digitalización en sus actividades diarias (desde el trabajo, aprendizaje, disfrutar de la cultura o actividades de ocio) pero también en sus interacciones con los gobiernos y la participación en procesos democráticos.