¿Es posible digitalizar la igualdad de género? En Themis piensan que sí y, por ello, desde hace años trabajan desarrollando un sistema de procesamiento de lenguaje natural, capaz de detectar los términos sexistas incrustados en los textos con el fin de poner en manos de las personas un vocabulario más inclusivo. La iniciativa se remonta a hace más de una década. Nació en 2007 en el seno de Natural Language Analysis, S.L. (NALA), compañía encargada de la comercialización de Themis y especializada en ingeniería de sistemas, un sector ampliamente extendido en Europa y Estados Unidos. 

En aquel momento ya se comenzaba a apreciar una cierta preocupación por el uso y la connotación del lenguaje, de forma que su desarrollo apareció gracias a la petición de una serie de clientes. No obstante, “diez años en tecnología es un mundo”, comenta Sara Llorens, directora de Operaciones de Themis, para explicar que, a lo largo de este tiempo la herramienta se fue quedando obsoleta. Por ello, desde el pasado mes de febrero se ha llevado a cabo una intensa actualización y renovación, tanto estética como interna, para que esta sea más funcional y de respuesta a una demanda del mercado que ya está disponible.

¿Y en qué se basa el software de Themis? Se trata de una herramienta de procesamiento natural, basada en Inteligencia Artificial, cuyo principal valor es su capacidad para entender el lenguaje. Su funcionamiento es sencillo. Cuando en un texto detecta que un término es potencialmente sexista, ofrece a sus usuarios una serie de alternativas por las que pueden optar en función de sus necesidades, intereses o el público al que se dirijan. Llorens señala que la mayor parte de la gente entiende que el lenguaje inclusivo es @, “x” o “e”, pero, en su opinión, se trata de un concepto “mucho más amplio”.

En este sentido, una de sus señas de identidad es que desde el punto de vista de la percepción tratan de que no se note. Así, por ejemplo, cambiarían una frase como ‘los españoles envejecen porque los jóvenes no quieren tener descendencia’ por otra que dijera ‘la población española envejece porque la juventud no quiere tener descendencia’. Aunque la intención es similar, el sentido que le dan es más amplio.

Por otro lado, Llorens detalla que, de forma paralela, también han desarrollado un diccionario corporativo a disposición de las empresas al que pueden acceder todos sus trabajadores, pero que solo determinadas personas están autorizadas a interactuar con él y modificarlo, con el objetivo de conservar la integridad del manual. De este modo, si a alguien le resultase útil incluir las sugerencias @, “x” o “e” podría hacerlo, así como también añadir nuevos términos que vayan apareciendo como la palabra influencer, que recientemente se ha colado en nuestro vocabulario.

Uno de sus principales clientes es la Generalitat Valenciana, cuyos empleados comenzaron a utilizar su software hace ya tres años. Desde la organización subrayan que su uso es “universal” y puede implantarse en cualquier tipo de entidad, con independencia del tamaño o sector de actividad. Por el momento, la herramienta está disponible en cinco idiomas: español de España y de Latinoamérica, catalán, valenciano y balear. Cada uno de estos diccionarios cuenta con más de 1.300 términos potencialmente sexistas, así como con un total de 100.000 sugerencias inclusivas. Además, indican que podrían extenderlo a cualquier idioma que presente trabas en torno al lenguaje inclusivo.

En este punto, es llamativo que la creación de este proyecto está orientada al género, debido a que fue en este campo donde vieron que estos idiomas presentaban una necesidad. Sin embargo, Llorens afirma que podría adaptarse al contexto de cualquier lengua. En el inglés, por ejemplo, se han detectado “más problemas relacionados con el racismo”, por lo que “Themis podría evolucionar hacia ese sector” e, incluso, también hacia un vocabulario no violento. 

Dos de los pilares en los que se basa este software son la flexibilidad y la libertad que ofrecen a las personas para interactuar con él, ya que al final es el usuario quien decide qué palabra o expresión utilizar. “Siempre decimos que no puedo cambiar mi forma de hablar en dos minutos, pero sí puedo corregir mis textos en dos minutos”, razona la directora de Operaciones de Themis mientras explica que el lenguaje que utilizamos es fruto de un cúmulo de factores como la educación recibida o el entorno en el que vivimos, por lo que cambiarlo resulta complicado. Por ello, ante la dificultad que supone modificar nuestra forma de expresarnos, la tecnología pone a disposición de las personas y las empresas una herramienta para seguir dando pasos hacia la igualdad. 

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